Opinión

El fracaso del estado autonómico

Adolfo Suárez, presidente del primer gobierno de la democracia.

Adolfo Suárez, presidente del primer gobierno de la democracia. Efe

  1. Opinión
  2. Blog del suscriptor

Querido director:

Pertenezco a la generación que era adolescente en el periodo de la Transición. De los que recibieron con escepticismo la reforma del régimen de Franco protagonizada por Adolfo Suarez y el Rey Juan Carlos I. De los que apoyaba y votaba al Partido Socialista de Felipe González. De los que se sintieron por primera vez ciudadanos y no súbditos con las primeras elecciones democráticas y de los que votaron sí a la constitución de 1978. De los que confió en que el estado de las autonomías fuera el remedio definitivo contra la enfermedad de la desafección de muchos españoles a su patria y, al mismo tiempo, de los que no veían consumado su deseo de representación de sus especifidades culturales y sus raíces dentro del marco del Estado.

Casi 40 años han pasado desde entonces y debo confesar mi desasosiego y mi decepción por lo poco que se ha conseguido en este tiempo para erradicar los fantasmas de España tan presentes en la historia de nuestras tres guerras civiles, las dos carlistas y la del 36. Es verdad que en la calle no se manifiesta la crispación de otros tiempos -aunque mucho me temo que en Cataluña acabe ocurriendo- pero los políticos siguen poniendo en el centro del debate los mismos argumentos, los mismos desafíos, los mismos enconamientos. Una pena.

Supongo que al igual que otros españoles, dudo mucho que la clase política sea capaz de resolver el problema de Cataluña, que no es solo catalán, sino vasco, valenciano, balear, navarro, gallego, canario, etc. Porque durante 40 años no hemos sido capaces de influir un espíritu de nación española, de sentirnos orgullosos de ser españoles, de enarbolar la bandera excepto en acontecimientos deportivos, de crear un espíritu de nación, una de las más antiguas de Europa.

Solo espero que si la división, el partidismo y los intereses particulares predominan sobre el interés supremo de España, sea el Rey y las Fuerzas Armadas quienes defiendan nuestra Constitución y exijan a los partidos políticos cumplir con su responsabilidad de mantener el orden constitucional y reformarlo, no en el sentido de incentivar las fuerzas centrífugas del Estado, sino de afianzar la identidad de España como nación.