Decididamente, estas elecciones son diferentes a todas las anteriores. Por un lado, parece claro que España se dispone a superar un bipartidismo patológico que, cual si fuera un escorpión suicida, se envenenó a sí mismo con el cara a cara del pasado lunes, demostrando tanto una falta de ideas atroz como una dialéctica muy desagradable.

Por otro lado, surge un escenario de pactos post-electorales sumamente complejo, en el que la gama de posibles combinaciones posibilitan incluso el análisis mediante teoría de juegos: desde un punto de vista estrictamente combinatorio, prácticamente cualquiera de los candidatos podría terminar, tras ser investido con votos propios o ajenos, despertándose en el Palacio de la Moncloa,

En el medio, un inmenso y desafinado coro de actividad social: en pocos años, y en muy pocos procesos electorales, hemos pasado de hablar de política en el bar o en la sobremesa, a hacerlo en Facebook y en Twitter. Sea con memes, con astroturfing o -los menos- con genuino diálogo, los partidos y candidatos se afanan por transmitir sus ideas, por arañar ese último voto del último indeciso. Puedo asegurar que no es ya ni la primera ni la segunda persona con la que hablo que ha cambiado su intención de voto simplemente tras encontrarse un tuit. ¿Tiene sentido replantearse el voto en función de 140 caracteres?

Un programa electoral es generalmente un documento largo, complejo y estructurado: muy pocos votantes los leen en profundidad. Sin embargo, estas eleciones son, como decíamos, diferentes, y eso se ve también en las redes sociales: mientras los partidos "de siempre" hacen propuestas directamente homologables al "más de lo mismo" o al "más de lo que hice hace una legislatura", los de la nueva política avanzan propuestas distintas, cambios metodológicos importantes. A cambio, las formas también son diferentes: la vieja política, jerárquica y estructurada, tiende a presentar una voz por lo general común, un mensaje homogéneo. Los nuevos, en cambio, tienen mensajes más discordantes, mayor heterogeneidad, que unos achacan a falta de experiencia y otros a un estilo más dialogante, con más democracia interna, menos autocrático.

Lo comenté la semana pasada, e insisto en esta, a solo un par de días del plebiscito: los 140 caracteres están muy bien... pero no decida su voto en función de un tuit. Estas elecciones son diferentes, y plantean un debate de lo viejo contra lo nuevo que no merece ser ignorado. Es imposible saber hoy en qué quedarán algunas promesas electorales, pero algunos, claramente, nos están señalando la luna. No nos quedemos mirando al dedo.