Pepe Verón, profesor de Periodismo de la Universidad San Jorge.

Pepe Verón, profesor de Periodismo de la Universidad San Jorge. E. E.

Opinión

Chemtrails, tierra plana y ahora… ¡la baliza espía! La última cruzada conspiranoica

Pepe Verón, profesor de Periodismo de la USJ
Zaragoza
Publicada

Lo que parece una medida para salvar vidas en carretera, la obligatoriedad de llevar una baliza de emergencia V16 con geolocalización, se ha convertido, para algunos, en la última prueba de que el Gran Hermano nos vigila. Sí, hay personas convencidas de que un dispositivo diseñado para señalizar accidentes es en realidad un caballo de Troya para controlar nuestros movimientos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué cada avance técnico se convierte en una conspiración?

Ramón Nogueras, autor del libro «Por qué creemos en mierdas», explica que creemos en conspiraciones porque nuestro cerebro está diseñado para buscar patrones, incluso donde no los hay. Esa tendencia, sumada al llamado sesgo de confirmación y a la necesidad de sentirnos especiales, alimenta teorías que desafían la lógica. El problema no es que existan, pues siempre han existido, sino que hoy se viralizan y se politizan.

Estas creencias no son nuevas, pero ahora se amplifican con ejemplos que rozan lo surrealista. Entre las más pintorescas: los chemtrails, esa idea de que las estelas de los aviones son armas meteorológicas para provocar sequías o tormentas a voluntad. ¿Quién gana con esas sequías? Nadie lo sabe, pero suena a guion de Netflix. Luego está la Tierra plana, que convierte siglos de evidencia científica en un meme conspiranoico. No olvidemos el 5G como arma biológica, culpable de pandemias según algunos iluminados.

Ahora llega la baliza V16 que, al margen del debate legítimo sobre su eficacia, para ciertos grupos es el inicio de un sistema de rastreo masivo. ¿De verdad alguien cree que la DGT quiere saber dónde aparcas? Y lo comparten en foros, vídeos y grupos de mensajería con la misma pasión que un influencer vendiendo criptomonedas.

Y, por supuesto, la gripe porcina, que incluso antes de ser confirmada, ciertos grupos ya atribuían a una conspiración orquestada por los defensores de la Agenda 2030 junto con potencias extranjeras. Porque si algo demuestra la historia conspiranoica es que cualquier virus puede convertirse en villano global con un poco de imaginación.

Una de las claves está en el llamado sesgo de confirmación: buscamos información que refuerce lo que ya creemos y con internet podemos encontrar cualquier cosa. Eso nos da un chute de dopamina, una ilusión de control que nos hace sentir bien; pensamos que descubrimos la verdad y tenemos la ilusión de ser más listos que la masa. Y si todo eso lo metemos en una coctelera con el actual sentimiento de desconfianza institucional tan politizado, logramos que cada norma se interprete como un ataque a la libertad.

Nogueras lo resumía en el reciente Congreso Nacional de Periodismo Ambiental: no somos racionales, somos racionalizadores. En otras palabras: primero creemos, luego inventamos argumentos aparentemente racionales para sostener esa creencia. Y las redes sociales son gasolina para este fuego.

Pero aquí viene lo irónico: estas mismas personas que ven conspiraciones en una baliza no son capaces de detectar movimientos económicos reales. No los llamaremos conspiraciones, pero sí estrategias coordinadas: deteriorar la sanidad privada en favor de la pública, inflar el precio de la vivienda hasta el absurdo para dominar el mercado, acaparar recursos naturales como el agua o minerales críticos, eliminar la agricultura familiar para entregarla a fondos de inversión... Todo esto ocurre a plena luz del día, con informes, leyes y titulares. Pero no, el problema es la baliza V16.

Hasta aquí podríamos hablar de anécdotas. Todos tenemos personas conocidas, incluso amigos o familia a los que apreciamos mucho, que defienden alguna idea de este tipo. Y no parecen peligrosos, sino que más bien nos ofrecen la oportunidad de tener animados debates.

El peligro no es que alguien crea que los chemtrails provocan tormentas; el peligro es cuando esa persona legisla o gobierna. Así, en EE. UU., un reconocido antivacunas dirige políticas de salud pública; o en España, negacionistas del cambio climático son responsables de la gestión de emergencias. ¿Qué implica? Que toman decisiones basadas en creencias, no en evidencias. Y eso mata.

Puede que haya quien se ría de estas teorías. Pero ignorarlas es peligroso. Porque hoy son minoritarias y mañana pueden condicionar leyes. La baliza V16 no es un chip espía: su objetivo es salvar vidas. Pero en la era de la desinformación, cualquier norma puede mutar en la próxima gran «mierda» conspiranoica.