Templado natural de Ferrera al quinto, al que cuajó una gran faena

Templado natural de Ferrera al quinto, al que cuajó una gran faena Plaza 1

Toros

Antonio Ferrera moldea el toreo

Undécima de feria. El extremeño entiende a la perfección al quinto, que no humilló nunca, y pone el listón muy alto con una faena de alturas, cadenciosa y templada. Cortó una oreja a pesar de la gran petición de dos.

21 mayo, 2017 22:55

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Los vuelos de la muleta despejaron el aire. El brazo apoyado sobre la nada. Pulso para equilibrar el palillo sin rozar la arena. Desde la muñeca izquierda todo el cuerpo sostenía el instante, de arriba a abajo, terminando por los pies juntos, que apuntaban a la testuz de Traslúcido. Ninguna arista en la figura, no había mar encrespado, enterrada la marejada. Las banderas se movían en frente. Arrancó el toro, el son templado pero sin entrega, la cara por el fajín. El embroque se produjo exactamente a esa altura: las bambas de la muleta despegaron ahí y el muletazo voló raso, despacio, adaptando y bajando el ritmo en el desenlace. La profundidad debe ser eso. Antonio Ferrera moldeaba el toreo. Qué natural, abiertas las puertas.

Avanzaron hasta los medios en el inicio. Ferrera le andaba al toro. Algo buscaba. Venía un poco por dentro Traslúcido, sin recorrido, soso, se acostaba. Los derechazos hicieron la primera cata de profundidad. Vertical la figura, la derecha embarcaba al toro a su aire. La naturalidad electrificó los tendidos, qué cosas. Un cambio de mano vertido desde el cáncamo, sobre la cal, volcó a la gente. El pecho envolvía, la cintura redondeaba, tan templado. Un pase de pecho tuvo el son de aquel salmón y oro, justo en la otra punta de la plaza, hace tantos años. Monumental esa forma de torear con todo con la solución de lo simple, lo concreto. No parece tan difícil: lo es. Magistral la suavidad, la combinación de vuelos. Las alturas hacían equilibrio en la embestida y fluía el toreo en esa conjunción. Decir tanto con tan poco. Ferrera subió un peldaño más y lo rozaba. Bendita introspección. Dos naturales cerrados en la cintura adelantaron otro eslabón. Levantados los tendidos, Ferrera cerró al toro levemente, con las yemas, y agarró la gamuza para cerrar la lección: una faena para bañarse en la plaza de Santa Ana. Entró recto, un poco trastabillado: de la suerte definitiva saltó el acero algo caído. La petición se fue hasta la segunda oreja. El presidente sólo concedió una enorme. Así está el listón.

Al tercio de banderillas -lo que chirría ahora es que las ponga- le faltó chispa por ese trote cochinero del toro. Igual que en el resto. La terna banderillera no llegó a encender todas las luces por esa condición sosa de los seis de Las Ramblas, sin celo, apagados. La corrida se dividió en dos. Los tres primeros iban camino de los seis años. Al segundo le ganó metros Ferrera a la verónica. Deslució el remate yéndose hacia el otro lado en el último lance. Rajado desde ese momento hipotecó el resto. Una larga cordobesa dejó al toro en el caballo. El matador extremeño acertó con el medio muletazo, tapando, encima del toro. Una trincherilla, otro ramillete de naturales sueltos, cruzado, con paciencia. Se retiró el toro definitivamente.

Manuel Escribano se fue a portagayola a ver venir el sexto. Pataleaba el matador detrás del capote en la espera, el tubo de escape del miedo. El bicho echó el freno de mano, interrumpiendo el trance. Se lo dejó llegar sentado en el estribo. Libró el quiebro. El inicio de faena fue vertiginoso y transcurrió la composición a menos en velocidad, ganando en temple. Corrió la mano despacio Escribano. Una turba discutía de tendido a tendido. Los mandó callar el matador. Seguía en la cara Escribano, alargando la faena, con el toro resignado a su destino. Le llegó con un metisaca en los bajos.

El tercero, veleto, astifino y alto, agalgado, tuvo el celo justo, perezoso. Viejo. Escurrido, no quiso tocar peto. El segundo puyazo fue una recreación. Padilla ariesgó en banderillas, tan parado. No humilló nunca, montado, agarrado. La entrega en off. Poco pudo hacer Escribano.

Padilla sacó el repertorio de fuegos artificiales. Ligó seis largas cambiadas hasta los medios. La noria giraba. La fiesta continuó desde la revolera hasta el tercio de banderillas: el alegre par al violín, que coronó un buen tercio, hizo felices a muchos. Sin obligar al toro volvió al centro. Dio tiempo, cuidó a Jardinero, que se terminó rajando. Intentarlo al natural fue un trámite. Enterró una estocada tendida y la gente le agradeció la actitud. El primero, bonito, en el límite del trapío, no se sostenía. Flojeaba desde los remos, inválido. Gritaban unos cuantos. Padilla fue efectivo con la espada.




Ficha del festejo




Monumental de las Ventas. Domingo, 21 de mayo de 2017. Undécima de feria. Casi lleno. Toros de Las Ramblas, flojo el 1º, se apagó el 2º, 3º sin entrega, rajado el 4º, no humilló el 5º, sin duración el 6º.

Juan José Padilla, de grana y oro. Estocada algo trasera (silencio). En el cuarto, espadazo tendido. Un descabello (ovación con saludos).

Antonio Ferrera, de verde manzana y oro. Espadazo caído (silencio). En el quinto, estocada desprendida (oreja con fuerte petición).

Manuel Escribano, de obispo y oro. Espadazo casi entero y algo caído (silencio). En el sexto, metisaca en los bajos (ovación de despedida).