Padilla da una vuelta al ruedo después de cortar una oreja.

Padilla da una vuelta al ruedo después de cortar una oreja. Javier Cebollada EFE

Toros FERIA DEL PILAR

La emoción del toreo desborda Zaragoza en una jornada histórica

Padilla, Morante y Talavante completaron un gran tarde de toros desde tres esquinas: la raza y el esfuerzo del jerezano resucitado, al que un insensible y duro presidente le negó la puerta grande, el contraste del sevillano arrebatado y la genialidad del extremeño.

15 octubre, 2016 22:23

Noticias relacionadas

Este sábado en Zaragoza, el toreo se desató. Rotas las cinchas, la penúltima de la Feria del Pilar fue una gran tarde de toros, inyectadas dosis de tauromaquia desde todos los frentes. Hubo tres tardes en una. Contenido para alimentar al aficionado muchos años. Se hablará de este día. Con un lleno hasta la bandera: el cartel de Padilla, Morante y Talavante colgó el ansiado 'no hay billetes' en tiempos en los que todo son tickets. Lo que ocurrió en Zaragoza se puede dividir en tres actos.

Acto primero: la resurrección de Padilla

Cinco años después, Padilla evolucionaba por el ruedo de Zaragoza. Avanzaba sobre el celeste y oro que vestía, límpida la seda. Buen augurio. Acechaba un nubarrón. Hace justo cinco años, el matador dejó parte de su anatomía allí. El ojo izquierdo desprendido, la mandíbula descerrajada, el pitón taladró la cara, abierta como un capó. Esta vez sólo quedaba la cicatriz, el parche y la fecha como recuerdo de todo aquello.

Se deshizo el paseo, se desmonteró y se fue al micrófono firmando debajo de Cayetano. Cogió el camino directo a la puerta de chiqueros. La vida en un puñado. Un murmullo de expectación le acompañaba. También se acordó de Adrián. Ojalá un día nos olvidemos de Adrián. Salió el toro lanzado, marcando el viaje quizá hacia su derecha. No sé. La larga voló sin encontrar bicho. El toro enseñaba las puntas. Una desembocó el empellón justo en el parche. Aterrizó en la cuenca vacía. Se hizo de noche para Padilla, lívido, blanco. Desvaneció y entró en la enfermería. No saldría hasta el sexto.

Clareó en el sentido del jerezano. Se hizo de día mientras en el ruedo Talavante y Morante alumbraban la mañana. Recuperado el equilibrio, sostenido el dolor, Padilla salió en el último a reventar. Una ovación enorme le saludó cuando asomó por la enfermería, en pie la gente. Las tres largas en el tercio rompieron los tendidos. "Padilla, Padilla", gritaban todos, cerrando filas en torno a la resurrección con parche. Recibe siempre. Sale de todas. Un alboroto.

Padilla durante la faena a su segundo.

Padilla durante la faena a su segundo. Javier Cebollada EFE

De las banderillas salieron lanzados torero y público. Delante, el mejor toro de la tarde. Uno de exposición de Cuvillo: serio, precioso, amplio de pitones, entregado. Las hechuras rubias y cristalinas. Mejor por el pitón izquierdo. Un ritmo... Padilla lo toreó con raza, cabalgando en la inercia alegre. Esfuerzo de héroe el suyo. Qué difícil debe ser volver a la cara y a ese ritmo. La intensidad hecha hombre.

Le hizo de todo, desde el fulgurante inicio de rodillas hasta el abaniqueo último. La estocada viajó entera a la primera. Un cañón para soltar la presión. Cantadas las dos orejas a la superación. En el palco, un robot sacó sólo un pañuelo. Padilla dio dos vueltas al ruedo mientras le volvían a corear, besó el ruedo. Se bautizó de arena un lustro después.

Segundo acto: el contraste de Morante

Morante se hizo cargo del toro que envió al hule al compañero. Hubo muletazos como reivindicación del caído. Morante asomaba el pecho desbocado sobre el toro dormido. Los ayudados finales, genuflexo, las dos manos juntas como si rezara, culminaron la obra justa.

Tanto Lili, ensimismado en la jubilación, hasta el picador, con la barrena apretada tan abajo, descendieron a los infiernos al ya mulo tercero. Brillaba la espada de verdad cuando se quedó a solas con Morante. No le valen las medias tintas, pero a los toros hay que hacerles mejor las cosas. Ni el trasteo sobre los pies. Había que pasaportarlo. Otra bronca más este año.

Morante de la Puebla en la faena a su segundo.

Morante de la Puebla en la faena a su segundo. Javier Cebollada EFE

A la gente no le hacía gracia ya ni verlo sobre el el ruedo. Salió 'Lanudo'. El primer contacto que tuvieron fue un lance a una mano, en blanco y negro. Morante retrocedió en las polvorientas páginas de la tauromaquia para coger impulso. Las verónicas fueron gotas al principio y torrente comedido después. Qué manera de fluir. Ganó la segunda raya con 'Lanudo', elástica la cintura, alargando el lance. El capote no tropezó nunca en el arreón del toro, que aceptó ese tramo más de capote. El capote de Morante es una mecedora. La media: a pies juntos.

Barrió el lomo de 'Lanudo' con los ayudados. Arrancó con el cambiado, cogida la muleta en un cartucho. Qué lejos quedaban ya las protestas. Al toro se le escapaba el gas. Muy corta la mecha. Se elevó Morante sobre el almíbar de 'Lanudo'. Toreó en redondo, la circunferencia exacta le bordeó la figura, tan natural. Puesta la muleta. La ligazón con más calidad, asentado en los riñones, bordados los muletazos. Así el cambio de mano, leve y largo. Sin dejar caer el pico, dibujó un pase de pecho relajadísimo a pies juntos: Morante había empezado a sonar.

Brotaron nuevas tandas de este modo, por el lado diestro. La mano que no torea, el flequillo; la sonrisa, sus salidas de la cara, esos dos pasitos, recogida la muleta, boceto de escultura; el botón y el corbatín desanudados, descamisado. La faena fue para arroparse con ella. Tan cálida. Qué despacio todo. Desnuda de artificio, sobraba hasta la música.

Una trincherilla brilló. Murió bellísimamente la composición a la vez que se diluía el azucarillo del toro. Esos naturales a pies juntos. Los remates fueron una colección de tapices. Enterró la espada y paseó a compás una oreja aclamado por quienes le odiaban. Respondió al quite de Talavante con dos chicuelinas recogidas y una media toreadísima.

Acto tercero: genial Talavante

Cuando ya había acabado, cuatro verónicas al toro de Morante lanzaron el listón a la estratosfera. Hay que ser muy buen torero para hacer eso. Suya fue la actuación más redonda. El segundo, castaño ojo de perdiz, perdía las manos.

Decidido, Talavante se echó la muleta a la izquierda. No lo obligó, los flecos a ras de la arena. La siguiente tanda fue mejor. Más reunión. Todo suave. Torea tan bien que no se da importancia. Ay, si se entregara un pelín más. Pisó el acelerador con la derecha un momento, dejando la faena en su punto exacto de cocción. Listísimo. Finalizó toreando de frente, de nuevo la mano izquierda. Muy medida la faena, alcanzó la oreja a punta de gas.

A los medios se fue con el cuarto en el ruedo. Con todo se arrancó el cuvillo, alumbrando el camino con las dos velas que lo anunciaban. Cargó la suerte con la pierna izquierda. La muleta en la derecha giró con la muñeca abriéndose en un cuarto de tela por la espalda. La arrucina al galope sacudió la plaza. Los naturales tuvieron el tempo justo. Toreo de altura. Elevado. Qué año. La trincherilla surgió, la verdad, guiada sólo por la muñeca. Es que eso es complicadísimo.

Al otro lado del burladero de matadores, inició todo. El toro brincaba a su alrededor. Se iba pero volvía. Mansurrón. Mucho valor para dormir ese embroque. Leves los finales de cada muletazo, incapaz el bicho de hacer presa. Los limpió todos, templando la acometida desantentada. Muy quieto envuelto por los tornillazos. Tiró insolente otra arrucina. La gente estaba loca. Los derechazos que lo siguieron fueron desmayados. Toreando en el campo gravitatorio que se forma sobre los muslos y bajo el chaleco.

Talavante está para empezar una nueva temporada, darle la vuelta a esta. En bucle para la Historia. Convirtió el circular en un pase fundamental antes de tirarse. La espada resultó agarrada, como la del Rey Arturo sobre la piedra de carne. Tardó en caer el toro. No hacía falta ese aviso con el oponente derribado. ¿Qué hace falta en Zaragoza para desorejar a un toro?

Talavante con la oreja cortada a su primer toro.

Talavante con la oreja cortada a su primer toro. Javier Cebollada EFE

NÚÑEZ DEL CUVILLO/ Juan José Padilla, Morante de la Puebla y Alejandro Talavante

Plaza de toros de la Misericordia. Sábado, 15 de octubre de 2016. Última de feria. No hay billetes. Toros de Núñez del Cuvillo, se lo pensaba el 1º que no humilló, bueno sin fondo el 2º, 3º frenado, rebrincado el mansurrón 4º, sin gas el noble 5º, muy bueno el 6º.

Juan José Padilla, de azul celeste y oro. En el único que mató, estocada entera tendida (oreja con fortísima petición de las dos).

Morante de la Puebla, de catafalco y oro. Pinchazo y espadazo casi entero delanterillo (palmas). En el tercero, pinchazo delantero, pinchazo delantero y media perpendicular (bronca). En el quinto, estocada entera (oreja).

Alejandro Talavante, de grosella y oro. Estocada entera desprendida (oreja). En el cuarto, estocada arriba casi entera agarradísima. Aviso (oreja).