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El vino, parte de la dieta mediterránea

Somos líderes en exportación y producción de vino, pero el sector también contribuye desde siempre a la riqueza cultural y medioambiental del país.

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El vino es sinónimo de tradición en nuestro país. Mantiene un indiscutible vínculo con la gastronomía pero también con elementos inmateriales como el patrimonio cultural, la riqueza paisajística de España y es, sin duda, una de nuestras señas de identidad ante los ojos del mundo. Además, la contribución de este sector no se da únicamente en términos económicos sino que es un agente social para el arraigo en las comunidades rurales y para el cuidado del medio ambiente.

Generador de valor

España es uno de los pocos lugares del mundo donde se dan las condiciones adecuadas para la viticultura. De hecho, es líder en superficie destinada a viñedos, con un 13% del total mundial. Es un sector crucial para la economía española -aporta el 2,2% del Valor Añadido Bruto, según un estudio de AFI-, ya que desde que el viticultor planta la vid hasta que la copa de vino llega a nuestra mesa existe una larguísima cadena de valor en la que participan multitud de industrias (la del vidrio, el corcho -el 97% de su negocio depende de la fabricación de tapones para las botellas de vino- o la madera, por ejemplo) y que influye y genera de manera directa otras actividades económicas como puede ser el enoturismo, actividades culturales en museos dedicados al vino y hasta en el ámbito de la belleza y el bienestar, como la vinoterapia.

Creador de empleo

Unas 4.000 empresas participan en la elaboración del vino en España. Esto supone que el sector ocupa de manera directa a más 215.000 personas y genera de manera indirecta otros 212.000 puestos de trabajo, lo que supone en total el 2,4% del empleo a tiempo completo en todo el país.

El modelo cooperativo es el responsable de la mayor parte de la producción de vino en España, en torno al 60%. Es frecuente encontrar cooperativas en las grandes áreas de producción, como la Rioja o Ribera del Duero, con el objetivo principal de lograr las mejores condiciones para los agricultores. Como curiosidad, la primera cooperativa del vino fundada en España fue Bodegas La Aurora, en Córdoba, en 1960.

Una reputación internacional consolidada

Los datos no dejan lugar a dudas. España es el principal exportador mundial de vino en términos de volumen, y ocupa el tercer puesto por el valor de las exportaciones. Los vinos españoles se venden en 189 países del mundo y somos responsables del 25% de la producción de vino en Europa. El balance comercial exterior es claramente positivo, repercutiendo directamente en las empresas españolas, de las cuales 7 de cada 10 son ya exportadoras. Más de la mitad de las empresas que venden sus vinos fuera de nuestras fronteras, además, lo hacen de forma regular, ayudando a consolidar la capacidad competitiva de los vinos españoles a nivel internacional.

Arraigo social

Seguro que has oído o utilizado la expresión ‘vino español’ alguna vez, un concepto que hace referencia a un aperitivo tras la celebración de un evento. Y tampoco son pocos los refranes relacionados con el vino. Está tan interiorizado en la cultura del país que es un elemento que nunca falta en las celebraciones, festividades locales o las tradiciones familiares. El cultivo de la vid y de la elaboración del vino, sobre todo en las zonas más rurales, donde también es un gran motor económico que lucha contra la despoblación, es sobre todo un legado patrimonial que enriquece nuestra cultura.

La dieta mediterránea

La dieta mediterránea está considerada como una de las más saludables del mundo y sus beneficios son numerosos. Además, es imposible entender nuestra civilización sin tener en cuenta esta dieta, esencia de nuestra cultura y de nuestra historia. No en vano, la UNESCO la declaró patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2010. Entre los diferentes alimentos que forman parte de esta dieta milenaria se encuentran los denominados como “triada mediterránea”, es decir, aceite de oliva, trigo y vino. Este último se ha onvertido, además, en un elemento icónico de encuentros y celebraciones, formando parte, durante siglos, también de nuestra alimentación. Numerosos estudios científicos que anualmente se publican en todo el mundo atestiguan, además, que el vino, tomado con moderación y dentro del contexto de la dieta mediterránea, puede tener beneficios para la salud.

Cuidar de la tierra

La actividad vitivinícola requiere de unas condiciones climáticas y del terreno muy específicas, donde cada grado de temperatura y gota de humedad cuentan. Estas características hacen que sea una actividad que en la que prima desde el primer momento por la protección del entorno natural. Para ello, las empresas productoras de vino hacen frente a retos como la gestión hídrica -para administrar de forma eficiente este bien escaso- y hacer una buena gestión de los residuos generados. La biomasa de la poda o los posos de uva, por ejemplo, se revalorizan para otros usos (la extracción de compuestos para la industria alimentaria o farmacéutica o el cultivo de microorganismos para levaduras y biofertilizantes). España es, además, líder en viñedos ecológicos con 121.000 hectáreas destinadas al cultivo sostenible de las uvas.