San Fermín

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La Jungla / Social

San Fermín, vivido por alguien que no bebe alcohol

En la Jungla. Dos cosas vienen a la mente cuando mencionas San Fermín: los encierros y alcohol. Mucho, mucho, mucho alcohol. ¿Cómo ve la fiesta alguien que no bebe?

5 julio, 2017 21:08

Si alguna vez persigues a un conejo blanco vestido de rojo y acabas cayendo por su madriguera, llegarás a un lugar de lo más peculiar. Un lugar donde las reglas del tiempo y del espacio se doblan en ángulos imposibles, donde la gente es capaz de dormir de pie apoyada en un árbol, donde puedes escuchar simultáneamente Thunderstruck de AC/DC, Despacito y la canción de David el Gnomo.

San Fermín transforma Pamplona -una ciudad normalmente tranquila- en una dimensión extraña. Desde dentro del festival etílico puede ser una experiencia peculiar, pero desde fuera de esa burbuja es como un pequeño gran safari antropológico.

¿Más alcohol en las ropas que en la sangre?

San Fermín tiene un olor especial. Una fragancia que mezcla principalmente etanol con una pizca de orina y con productos de limpieza. A primera vista puede parecer que semejante olor a alcohol viene del aliento de los alegres transeúntes.

Pero si uno va lo suficientemente sereno se dará cuenta de que no es exactamente así. El espacio vital es un concepto inexistente en Pamplona durante los días de San Fermín, en los que la ciudad llega a duplicar su población y puede alcanzar el millón de personas durante el sábado y el domingo (normalmente tiene algo más de 200.000 habitantes). Si a la falta de espacio le sumas las serias dificultades para mantener la verticalidad de más de uno, el resultado son los constantes golpes y empujones. Como los autos de choque, pero con personas.

Ningún estudio ha tratado de discernir qué porcentaje del alcohol servido en las barras pamplonesas termina en el torrente sanguíneo del personal cuánto acaba entre las fibras de la ropa, pero puedes no probar alcohol en San Fermín y volver a casa oliendo como la lavadora de Barney Gumble.

Las corrientes humanas como medio de transporte

La multitud sanferminera puede hacer que el simple hecho de cruzar la Plaza del Castillo o recorrer la Calle San Nicolás sea como moverte entre la densa vegetación de una jungla -sin duda, San Fermín tuvo que ser un gran entrenamiento para el mítico Iñigo de la Quadra Salcedo-. Para el cocido standard, quedarse quieto o simplemente dejarse llevar por los empujones es una opción perfectamente razonable. Sin embargo, si vas sereno y quieres ir de un punto A a un punto B vas a tener que encontrar la corriente adecuada.

Y es que entre la multitud se generan pequeñas corrientes -normalmente filas de uno- de personas que se desplazan en la misma dirección. ¡Si quieres moverte únete a ella! Eso sí, reza para que te lleve a donde quieres, y cuando veas que llegas a tu destino, prepárate para sentirte como cuando en las películas saltan de un tren en marcha.

¿Cómo puede dormir toda esta gente?

Dependiendo de la zona de la ciudad en la que vivas, dormir en San Fermín puede ser complicado en la más cómoda de las camas, con ruido permanente en la calle, sonido de botellas rompiéndose y, cuando parece que hay algo de silencio, a una txaranga le da por pasar bajo tu ventana tocando una versión de Juego de Tronos con trompetas y bombos (esta es una historia real).

Si puede ser difícil dormir en la tranquilidad de tu colchón… uno se tiene que preguntar ¿cómo puede dormir toda esa gente en la calle? No los que se quedan dormidos en el césped, ellos aún tienen un suelo blandito. Hay gente dormida en tablones de madera, en escaleras (perpendicularmente a los escalones, es decir, clavándose todos los salientes), sentados en el suelo, en un rincón del bar, junto a un altavoz, en el capó de un automóvil ¡incluso de pie apoyándose en un coche!

Las capacidades sedantes del alcohol están, sin duda, terriblemente subestimadas.

El suelo es extrañamente pegajoso

El trabajo de los servicios de limpieza de Pamplona durante los días de San Fermín es absolutamente espectacular. Sin embargo, especialmente durante los primeros días y el fin de semana, a menos que vayas finamente tostado, no podrás evitar notar que el suelo es extrañamente pegajoso. 

Cuando caminas no es tan notorio, aunque probablemente, si el ruido ambiental te dejase oír algo, con cada paso emitirías un simpático efecto de sonido que haría las delicias de cualquier niño de tres años con un programa de edición de video. 

Lo más inquietante es cuando estás unos segundos quieto en un lugar -especialmente si te has parado porque la masa no te deja avanzar-. Al intentar levantar el pie del suelo sientes como si una mano surgiera del suelo y te sujetase la planta del pie. Tranquilo, la situación durará apenas unas milésimas de segundo antes de que tu zapato se separe del suelo con un rasguido digno de una depilación. Pero eres libre.

El misterioso gel negro…

Como si fuera un ente de ciencia ficción, cada 6 de julio emerge del suelo un misterioso gel negro que lo atrapa todo hasta el día 14. Bajos de pantalones, zapatos, calcetines y cualquier jersey que tenga la mala suerte de caerse y siquiera rozar el suelo. A simple vista no siempre se ve, especialmente de noche, pero está ahí. Siempre acechando.

Es posible que esta entidad sea la Roña Encarnada. No importa con qué trates de limpiarlo, siempre quedará su rastro. Puedes meter la prenda en un cubo de lejía o de Coca Cola, que ella persistirá.

Así que, si tienes que sobrevivir a San Fermín sin probar una gota de alcohol, lo mejor es que te prepares, que te lleves los prismáticos tu tía utiliza para ver pájaros y te prepares para un viaje que emocionaría a Lewis Caroll.