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    Recuerdo el vídeo que mi hermano colgó al saber que recibía el alta de su primer transplante: desbordaba felicidad y emoción y también lloré con él. Pero yo, sin embargo, albergaba aún mis angustias por haberle visto padecer. En uno de sus primeros paseos en soledad por su amada Marbella, nuestro pueblo, nos hizo partícipes a todos de su nuevo comienzo, de que la vida siempre continúa. Esa expresión suya de esperanza y futuro me encoge el corazón todavía. En los últimos tiempos y, especialmente estos días, pienso con fuerza que haber vivido a su lado llena una parte de mi corazón que permanecerá intacta hasta que le vuelva a ver. E.R.

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    Esta es una de las fotografías que mejor representa la actitud deportiva y la disposición al sacrificio de mi hermano Pablo. Encontró su equilibrio a fuerza de disciplina; le veo en cada ejecución deportiva y en cada movimiento elegante, y nunca dejó de marcarse retos. Él sabía que la perfección de un movimiento estaba en el detalle. La calma y la fuerza que esta foto irradia me conmueve especialmente por la admiración que me inspira hacia mi hermano pequeño. Por Esther Ráez.

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    Una de las cosas que más puede tranquilizar mi angustia cuando pienso en la muerte de mi hermano es que sé que vivió su vida al máximo, que disfrutó de algunos de los pequeños placeres de la vida y que, una vez más, su existencia estuvo marcada, según lo veo yo, por un encuentro casi permanente e innato con el equilibrio. Pasó por fases diferentes a lo largo de su adolescencia, pero tuvo tiempo de trabajar su cuerpo y su alma. Y digo alma y no mente porque es con lo que creo que la enfermedad le obsequió: un acercamiento a su propia alma mucho más digno y con mucho más respeto por sí mismo. A muchos de nosotros se nos concede mucho tiempo en la vida para acercarnos a nosotros mismos; a mi hermano se le concedió una franja de tiempo más corta pero miro dentro de mí y sé que encontró algunas de las respuestas a sus preguntas. Para mí es admirable y un gran ejemplo cómo mi hermano aprendió de su propia circunstancia a la velocidad de la luz y ahora relativizo mucho más algunas de mis propias preguntas… esas que nos hacemos cuando se apaga la luz. Mi hermano vivió con alegría y con reserva, y creo que aprendió de nosotros, su familia, a proteger su intimidad. Uno de los grandes pilares de su éxito en la comunicación radica en el desarrollo de sus capacidades para la intuición y la pausa. Ahora veo con más claridad que nunca que mi amor por él no tiene límites, que el equilibrio entre nuestras personalidades nos hacía únicos y que la suerte es mía por ser su hermana. E.R.

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    Hacer el pino en tu cámara de aislamiento con un camisón y unos calcetines como atuendo y colgarlo en tus redes sociales… para eso hay que tener un gran sentido del humor. La única persona en el mundo que ha sido capaz de arrancarme una carcajada directa con sólo una palabra ha sido siempre mi hermano Pablo. Tenía una capacidad de síntesis muy afilada y muy natural, y su ironía nos dejaba muchas veces entre rotos de risa e incómodos por nuestras torpezas. Era la ejemplificación de la frase “menos es más”, y estaba en su naturaleza la mesura y la elegancia para todo. Me gusta pensar que mi hermano es la mejor versión de nuestra familia con un poquito de lo mejor de cada uno de nosotros por ser el más pequeño y con la ingenuidad de la juventud floreciendo en cada una de sus sonrisas. E.R.

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    Se habla de la fe como si estuviese asociada siempre a una religión concreta. La fe nombra aquello en lo que una persona cree y se refiere a una sensación de certeza que nos acerca a lo positivo, a la fuerza y al impulso de creer. La figura de su padrino ha sido una gran guía espiritual pero también le concedió la grandeza de vivir una amistad desde el corazón. Entre Pepe, nuestro cura, y mi hermano creció la fe y se agigantó su amistad. Pablo creyó en su padrino como persona no sólo como hombre de Dios y pienso que ese es uno de los regalos más preciados para cualquier hombre: que te quieran por quien eres. E.R.

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    Javi, su terapeuta, cuidó de su rodilla con delicadeza y mimo y permaneció a su lado durante toda su enfermedad. Aprecio a Javi por la calidad de la expresión de su amor hacia mi hermano. Nunca olvidaré el cariño con el que le vi tratarle y, a veces, cuando me asalta el recuerdo me emociona la calidez con la que ambos se comunicaban. El amor se demuestra, no necesariamente se dice. E.R.

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    Una de las cosas que todos ansiamos en la vida es conocer el amor. Siento agradecimiento hacia Andrea por haberle concedido eso a mi hermano, por haber vivido junto a él ese amor que le hizo sentirse vivo y parte esencial del ciclo de su propia vida. Andrea fue uno de sus pilares durante un tiempo de su enfermedad y le acompañó y le amó con los ojos del corazón. E.R.

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    A pesar del éxito y de los seguidores, de los medios de comunicación y su reto 1 millón; a pesar de los focos y de su belleza… Pablo siempre fue un hombre reservado y celoso de su intimidad. Mi hermano le contó al mundo cómo se sentía y compartió aquello que quiso que públicamente se supiera de él. Sus fotos de niño siguieron colgadas en sus redes en un intento de honrarnos a nosotros, su familia; no realmente en un arrebato de exhibicionismo sin freno. Pablo medía cada cosa que decía y cada foto que nos regalaba. Esta es un guiño al laberinto de la intimidad, una alegoría a nuestra fragilidad como seres humanos en el mundo moderno y un regalo infinito para mí por su espíritu alegre. E.R.

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    Llevé a mi hermano a la playa cada verano en infinidad de ocasiones. Siempre jugaba, siempre se divertía y yo con él. Su vinculación al deporte ha sido una de las constantes más importantes a lo largo de su vida. Ya desde niño apuntaba maneras haciendo el pino en la orilla. Se caía y se volvía a levantar. Se caía otra vez y se reía de nuevo. Y así fue hasta el último de sus días. Cada viaje a la playa y cada hoyo en la arena con el niño Pablo están conmigo a cada paso que doy. E.R.

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    Una de nuestras fotos familiares más preciadas: mi hermano y yo junto a nuestro perro, Po, que seguro está ahora a su lado. Yo ya era una muchacha cuando él nació y admito que tuvieron que pasar los años para que me diese cuenta del inmenso amor que mi hermano pequeño sentía por mí: siempre risueño, siempre buscando mi atención. Ahora que no está me llega más que nunca la solemnidad de su amor. Nadie me ha respetado nunca como él y, muchas veces con resignación, escuchaba atento aquello que yo tuviese que decir. Su respeto y su amor son enseñanzas que me ha dejado. Sé que él ha bebido de nosotros para crecer, es así cuando eres el más pequeño. Pero lloro de emoción cuando pienso en él y le extraño cada minuto que pasa. El dolor que siento se atenuará pero mi amor por él siempre crecerá. E.R.