Washington DC

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El primer párrafo del artículo cuarto de la vigesimoquinta enmienda de la Constitución de los Estados Unidos dice: “Cuando el vicepresidente y la mayoría de los principales funcionarios de los departamentos ejecutivos o de cualquier otro cuerpo que el Congreso autorizara por ley transmitieran al presidente del Senado y al de la Cámara de Representantes su declaración escrita de que el presidente está imposibilitado para ejercer los poderes y obligaciones de su cargo, el vicepresidente inmediatamente asumirá los poderes y obligaciones como presidente en funciones”. 

Desde que el pasado 20 de enero Donald Trump empezó a ejercer de presidente de los EEUU, e incluso desde mucho antes, durante la campaña electoral, muchos se han preguntado si este excéntrico magnate metido a político estaba en su sano juicio. El debate ha saltado de las barras de bar y los platós de televisión a la comunidad médica, que estos días intenta trazar el perfil psicológico del hombre más poderoso del mundo, sin conseguir un diagnóstico unánime.

Pese a la división existente, la discusión ha servido para poner sobre la mesa la falta de mecanismos legales para sacar de la Casa Blanca a un loco, en caso de que uno llegara a comandante en jefe, incluso si se demostrara su enfermedad mental.

EL RIESGO DE SER GOBERNADOS POR UN LOCO

La preocupación por el estado mental del millonario no había pasado de ser objeto de alguna broma hasta que el pasado mes de febrero un grupo de 33 psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales enviaron una carta al New York Times alertando sobre los riesgos de ser gobernados por una persona que muestra incapacidad de empatizar, una visión distorsionada de la realidad y una “grave inestabilidad emocional”. Fue una primera advertencia, a la que siguieron más.

El psicólogo John Gartner, ex profesor del departamento de Psiquiatría en la prestigiosa Escuela de Medicina Johns Hopkins durante 28 años, se sumó a esta corriente emprendiendo hace un mes una campaña en el portal Change.org, en la que solicita a otros profesionales de la salud mental que suscriban una petición para denunciar que Trump padece “una grave enfermedad mental que le hace psicológicamente incapaz de desempeñar competentemente las funciones de presidente” y que demanda “que se le retire del cargo, de acuerdo con el artículo 4 de la XXV enmienda de la Constitución”. Hasta ahora, casi 30.000 personas -teóricamente profesionales del sector, que se identifican con su título- lo han respaldado con su firma.

NARCISISTA PSICOPATOLÓGICO

EL ESPAÑOL ha entrevistado al doctor Gartner y le ha solicitado que trace un perfil psicológico del presidente a partir del mes que lleva en el cargo. “Donald Trump está peligrosamente enfermo. Muestras síntomas paranoides, es un narcisista psicopatológico y vive separado de la realidad. Además, evidencia un severo desorden de la personalidad, rasgos psicóticos y, sobre todo, sufre delirios de persecución y de grandeza”.

El doctor Gartler y el doctor Lawson han sido consultados sobre el presunto trastorno de Trump

El doctor Gartler y el doctor Lawson han sido consultados sobre el presunto trastorno de Trump

A su juicio, lo más alarmante es que “la persona al cargo de los códigos nucleares, que debe estar al control de todo, está fuera de control, es un loco”. Estos son algunos de los principales puntos que este psicólogo destaca del comportamiento del ‘paciente’ Trump:

Desorden paranoico: “Reúne los criterios para tener este trastorno de la personalidad, como demuestra su preocupación sobre teorías de la conspiratorias, sintiéndose constantemente atacado por distintas fuerzas como los medios de comunicación”.

Delirio de grandeza: “Las ratios de criminalidad entre los inmigrantes es más baja que la de estadounidenses nacidos aquí, pero en la mente de Trump, ellos son la amenaza, los enemigos que hay que destruir. Es una combinación de delirio de grandeza, al verse como gran salvador, y paranoia. También le ocurrió a Hitler con los judíos, que él creía que iban a destruir Alemania. Es una tendencia a buscar un chivo expiatorio para proyectar la maldad en un grupo externo”.

Disociación de la realidad: “Alguien que dice y cree que ha reunido al público más numeroso en la historia de las inauguraciones presidenciales de EEUU está simplemente delirando. Eso pasó el primer día de su presidencia. Prácticamente salió a decir ‘estoy delirando y no puedes confiar en mí porque estoy loco”.

Desorden antisocial: “Ocurre cuando una persona viola rutinariamente las reglas y los derechos de otros sin sentir culpabilidad y sin remordimientos por mentir o violar esos reglamentos.

Trastorno Narcisista de la Personalidad: “Es un término introducido por Erich Fromm, un refugiado de la Alemania nazi, con el que trataba de explicar la personalidad de Hitler psicológicamente. No es sólo narcisismo, es una forma más tóxica y rara. Trump reúne esos criterios para atribuirle un desorden paranoico de la personalidad, preocupado sobre teorías conspiratorias, sintiéndose constantemente atacado por distintas fuerzas, y un desorden antisocial.

LAS SIMILITUDES CON HITLER

Estos son algunos de los rasgos que detecta este experto, par quien “si mezclas todo eso y sumas la psicosis, resulta la combinación más peligrosa posible”. “Si quisiéramos crear al monstruo más peligrosamente psicótico, no habría un modelo mejor que Trump. Él y Hitler comparten la forma de pensar y la combinación de grandiosidad y paranoia. No hay que ser psiquiatra para ver que está mentalmente enfermo, aunque ayuda”, concluye este psicólogo.

Por ello, este doctor consideró “urgente” iniciar la campaña en Change.org. “Creía que estaba solo, pero otros colegas pensaban lo mismo, casi 30.000 ya, así que el propósito de la petición es mostrar esto al público que nuestra profesión puede ver que esta persona no está sana”.

Antes de sacar conclusiones, lo mejor es buscar una segunda opinión. Contactamos con el doctor William Lawson, una eminencia en el campo de la salud mental, miembro de honor de la Asociación Americana de Psiquiatría y rector del departamento de Health Disparities de la Universidad de Texas. Su respuesta es tajante. “Estaré encantado de hablar sobre la salud mental en general pero yo respeto la regla Goldwater y no diagnostico a personas que no he examinado personalmente”.

Trump durante uno de sus mítines de campaña

Trump durante uno de sus mítines de campaña Getty Images

DIAGNÓSTICO HOMOSEXUALIDAD

Esta norma, la ‘Goldwater rule’, nace de una historia que recuerda mucho al caso de Trump. Corría el año 1964 cuando, con unas elecciones presidenciales a la vista, la revista ‘Fact’ publicaba un reportaje en el que más de mil psiquiatras sostenían que el candidato republicano Barry Goldwater no estaba psicológicamente capacitado para ser presidente. Los expertos consultados lo presentaban como a un desequilibrado, inmaduro, paranoico, psicótico y esquizofrénico, y mencionaban incluso una homosexualidad latente.

El político, que perdió las elecciones, demandó a la revista, ganó en los tribunales y fue indemnizado. Desde entonces la Asociación Americana de Psiquiatría adoptó la regla ética de no emitir diagnósticos sin examinar previamente al paciente, y la bautizó con el nombre de aquel político.

“No se puede hacer. Evaluar a una persona a partir de noticias o de lo que se lee, sin hacer un estudio personal, no da buen resultado. La gente espera un acto de responsabilidad de nuestra profesión”, concluye el doctor Lawson, antes de despedirse amablemente de EL ESPAÑOL.

Sin embargo, si existe este mandamiento ético, cómo es posible que casi 30.000 profesionales se hayan lanzado a la piscina de declarar loco a Trump. El profesor Gartner responde a la duda: “La regla Goldwater está fuera de lugar en este caso por tres razones. Primero, porque cuando fue creada la psicología se encontraba en la era freudiana y todo se basaba en la ciencia teórica, atribuyéndole conceptos abstractos. La psiquiatría cambió en 1980 y adoptó un manual estadístico y de diagnóstico para poder atenerse a unos criterios claros, objetivos y observables para evaluar un comportamiento”.

La salud mental de Donald Trump divide a la comunidad científica norteamericana

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“Con este nuevo método, se puede diagnosticar sin evaluar al paciente observando su comportamiento y viendo si éste encaja con las descripciones de los síntomas. Por eso, la regla está obsoleta, y de hecho una entrevista psiquiátrica no es la mejor herramienta para diagnosticar, sino la menos fiable, según algunos estudios”, añade.

Pero además, este experto señala una “razón ética”. “En psiquiatría existe el deber de alertar a una posible víctima en caso de que tu paciente suponga una amenaza, incluso si hay que romper la confidencialidad. Si hay que hacer eso por una persona, también cuando la víctima pueden ser todo el mundo. La enfermedad mental de Trump puede herir o matar a cualquiera del planeta”.

“ES TERRIBLE, PERO NO UN LOCO”

Como comentábamos al principio, no todas las voces coinciden. También hay quien se atreve a diagnosticar sin evaluación para descartar la locura del presidente. Es el caso del prestigioso psiquiatra Allen Frances, profesor emérito de la Universidad de Duke y redactor de los criterios del Trastorno Narcisista de la Personalidad. En un artículo en el Times, discrepa con que se le atribuya este desorden al magnate. “Trump es una persona terrible, pero no es un enfermo mental”.

En su opinión, “el mal comportamiento rara vez es un signo de locura”. La mayoría de los diagnósticos de aficionados lo han etiquetado erróneamente con el trastorno narcisista, pero no cumple los requisitos. Puede ser un narcisista a escala mundial, pero esto no lo hace un enfermo mental”, arguye.

En cualquier caso, esté o no loco, es muy complicado echar a un inquilino de la Casa Blanca por motivos mentales. Actualmente, para declarar incapacitado al presidente se necesita que su vicepresidente y la mitad de su gobierno lo soliciten, “pero incluso así, Trump podría presentar batalla en el Congreso”, explica Gartner. “La XXV enmienda no está pensada para casos de locura, sino para infartos cerebrales o estados de coma. Cuando el presidente se recupera, vuelve al cargo. No hay un mecanismo para enfermedades mentales”, lamenta el profesor.

Hay psicólogos estadounidenses que abogan por inhabilitar a Trump para la carrera política

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Sin embargo, esto podría cambiar pronto. Según apunta el experto, un movimiento iniciado por el diputado por California Ted Lieu quiere introducir una evaluación psiquiátrica por ley para acceder al cargo de presidente. No es la única iniciativa en este sentido. El congresista por Oregón Earl Blumenauer ya ha sugerido que se debería emplear la XXV enmienda para incapacitar a Trump y, según este psicólogo, “el senador Al Franken nos ha comentado que algunos republicanos están preocupados de que el comandante en jefe esté loco, aunque pero no lo dirán públicamente”.

Los demócratas saben que este debate, ahora de actualidad en EEUU, es un filón. De hecho, la congresista Karen Bass ha iniciado otra petición en Change.org similar a la de Gartner, que ya lleva 36.000 firmas. “Entre los dos sumamos 65.000. No hay precedentes”, destaca.

CUERDO POR UN DÍA

Pese a estas supuestas evidencias, el pasado martes Trump sorprendió a todos con un discurso ante las dos cámaras del Congreso, aplaudido por la mayoría y sin ningún elemento delirante.

“Es cierto que es la primera vez que no sonó como un loco. Pero aunque lo vistan, lo maquillen, lo teledirijan y le hagan leer de una pantalla durante unas horas sin que pierda el control, eso no va a durar”, pronostica Gatner, que avisa de que los elogios a su intervención son peligrosos. “La gente con bipolaridad, cuando consigue algún éxito, se crecen y aumentan sus delirios de grandeza”.

El diagnóstico, como se observa, ni es unánime ni desde luego concluyente. Pese a todo, las firmas siguen llegando a Change.org, para satisfacción de Gartner. “Los doctores que guarden silencio estarán siendo poco éticos, aunque intencionalmente. La historia juzgará a nuestra profesión muy duramente en el futuro por haber visto algo y no haber dicho nada”.

Trump, y el vicepresidente Pence, junto a parte de su equipo en el Despacho Oval

Trump, y el vicepresidente Pence, junto a parte de su equipo en el Despacho Oval Getty Images