El único pueblo de España donde una vez en la vida te toca el 'Gordo'

El único pueblo de España donde una vez en la vida te toca el 'Gordo'

Grandes Historias El otro sorteo del 22 de diciembre

El único pueblo de España donde una vez en la vida te toca el 'Gordo'

Desde hace 450 años se celebra en Vejer de la Frontera (Cádiz) un sorteo en que adjudican las rentas de unas 3.490 hectáreas.

23 diciembre, 2016 02:07
Pepe Barahona Fernando Ruso

El rico debe a las hazas el poder serlo y el pobre, el poderlo ser.

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La ilusión empujó de la cama a Manuel bien temprano. “Este año me toca a mí”, insistía una y otra vez a sus hijos y vecinos. “Deja de decirlo, que de tanto repetirlo vas a traer el mal agüero”, le contestaban. Pero él, erre que erre, seguía pregonando su vaticino. No es el 'Gordo' de la Lotería de Navidad lo que le preocupa, lo que el octogenario anhela es ganar las ‘Hazas de suerte’, el sorteo que lleva esperando toda la vida. Y lo ganó. 

El único pueblo de España donde una vez en la vida te toca el 'Gordo'

Como Manuel, los vecinos de Vejer de la Frontera —uno de los pueblos blancos de la Janda de Cádiz— han saltado pronto de la cama. Unas alegres dianas callejeras anunciaban desde bien temprano que el día de hoy, 22 de diciembre, es un día de fiesta para los vejeriegos. Cada cuatro años, coincidiendo con los años bisiestos, las familias de este bello pueblo de inmaculadas fachadas blancas se reparten un millón de euros en tierras: las Hazas de suerte, una tradición que este año cumple su 450 aniversario.

Para explicarla hay que remontarse hasta el año 1288, cuando el rey Sancho IV ordenó repartir varios lotes de tierras entre los nuevos pobladores de Vejer, una zona expuesta a los peligros de la frontera con el reino de Granada, en manos de los musulmanes.

Manuel García Rodríguez, con 84 años, en el momento en que se sabe ganador de la primera haza en liza.

Manuel García Rodríguez, con 84 años, en el momento en que se sabe ganador de la primera haza en liza. Fernando Ruso

Pero las tierras comunales duraron apenas 140 años en manos de los vejeriegos, cuando la Casa de Medina Sidonia interpretó que el título de señorío de la villa, concedido por el rey Fernando IV, le otorgaba también derechos sobre estos terrenos. Y los hijos de Vejer se levantaron contra el abuso del duque.

Juan Relinque, el héroe

Juan Relinque, uno de los vecinos, encabezó la lucha contra el poder del ducado. Consiguió una Provisión Real y llevó a la Casa de Medina Sidonia a la Audiencia de la Chancillería de Granada, que falló a favor de los vecinos el 8 de febrero de 1566. Fue tarde para él, que falleció mientras se dirimía la cuestión.

Hoy, sus vecinos le rinden homenaje inaugurando una escultura situada en la puerta de Sancho IV, uno de los accesos principales de la fortaleza de Vejer. “Juan Relinque está presente en las casas de nuestro pueblo los días previos al sorteo, con una ilusión difícil de describir en palabras; también en cada día de trabajo del asentado que labra la tierra con esfuerzo”, aseguraba José Ortiz, alcalde de Vejer, momentos antes de iniciarse el sorteo de las Hazas. 

Un método que data de 1566 y que trataba de solucionar un problema nada baladí: en los años de litigio, la población de Vejer creció tanto que había más vecinos que tierras. De ahí nació el nombre de Hazas de suerte, una tradición que pervive apenas imperturbable desde hace 450 años.

Manuel García Rodríguez, con 84 años, junto a su hija Paqui y su nieta Maria Dolores.

Manuel García Rodríguez, con 84 años, junto a su hija Paqui y su nieta Maria Dolores. Fernando Ruso

Entre los vecinos de Vejer, dispuestos en un padrón que se actualizó por última vez en 1996, se reparten 232 hazas, una extensión que equivale a unas doce hectáreas. En total, la rifa pone en liza unas 3.490 hectáreas. Pero no es la tierra lo que se sortea, sino la renta que producen estas. 

La mecánica de la rifa es similar a la que sigue el sorteo de la Lotería de Navidad. En un bombo aguardan los premios (232 bolas por cada una de las 232 hazas); en otro, los vecinos de Vejer, que tienen asignados un número (con 1.747 bolas, una por cada una de las unidades familiares del municipio). Así se deciden los premios, que oscilan en función del tamaño de las hazas —irregulares, pero con una media de 12 hectáreas—. Así, los agraciados se reparten desde los 750 a los 1.300 euros al año. O, lo que es lo mismo, de 3.000 a 5.200 euros —con una media de 4.000 euros— cada cuatro años.

En total, casi 928.000 entre las 1.747 unidades familiares del municipio. Un millón de euros mal contados, “que en Vejer ha servido para pequeñas reformitas, comprar lavadoras cuando no las había en los hogares o poner la luz en las casas en las que no llegaba”, detalla el doctor en historia y técnico del Área de Cultura en el Ayuntamiento, Juan Jesús Cantillo.

El padrón de habitantes de Vejer expuesto públicamente durante el sorteo.

El padrón de habitantes de Vejer expuesto públicamente durante el sorteo. Fernando Ruso

 

La ilusión de todo un pueblo

 

Manuel, a sus 84 años, salía bien temprano de su casa rumbo al teatro San Francisco de Vejer. De camino al sorteo, oía de fondo el soniquete de los niños de San Ildefonso, que cantaban los premios de la Lotería de Navidad. Así, con una oreja en lo que pasaba en el Teatro Real de Madrid y la otra en lo que iba a acontecer en su pueblo, accedía con las ilusiones intactas al recinto en el que se iban a disputar 232 hazas.

“Este año me toca”, insistía. Y así fue. La primera bola que salió del bombo —mediante el sistema tradicional, similar al del 'Gordo' de la Lotería, en el que se asigna de forma directa el premio al número— llevaba su nombre: Manuel García Rodríguez. Y Manuel, parco en palabras, se echó a llorar. “Gracias a Dios, gracias a Dios, gracias a Dios”, repetía entre lágrimas ante el aplauso de sus vecinos.

El exalcalde de Vejer y exdiputado de UCD en el Congreso Antonio Morillo, testigo hace 30 años del golpe de estado del 23 F en la cámara baja, se abraza al monumento a Juan Relinque.

El exalcalde de Vejer y exdiputado de UCD en el Congreso Antonio Morillo, testigo hace 30 años del golpe de estado del 23 F en la cámara baja, se abraza al monumento a Juan Relinque. Fernando Ruso

 

Emocionado, Manuel ya hacía números. “Me da igual, lo voy a dar de regalo a mis nietos, que tengo cinco y están parados”, relataba aturrullado fruto de la impresión. “No me quería morir sin saber qué se sentía al ganar las Hazas”, repetía. “¡Menos mal! Porque dentro de cuatro años igual ni estoy aquí”.

 

Pero toca. Por norma. El Ayuntamiento de Vejer y la Junta de Hazas, el organismo que gestiona la tradición, repartirá hoy diez lotes a diez de sus vecinos más mayores, a quienes nunca les tocó nada. “Así ningún vejeriego se muere sin saber lo que es que le toque una haza”, comenta Cantillo. Manuel ya lo sabe. Y sigue llorando de la emoción.

Cobijadas durante la inauguración del monumento a Juan Relinque, en Vejer de la Frontera.

Cobijadas durante la inauguración del monumento a Juan Relinque, en Vejer de la Frontera. Fernando Ruso

La reacción de Manuel se repite en cada agraciado. Es su particular sorteo de Navidad. No hay grandes premios, pero sí muy sentidos. “Las Hazas de suerte tienen mucho significado para los vejeriegos, que viven intensamente esta tradición centenaria, parte de la idiosincracia de Vejer”, cuenta el historiador municipal.

 

“Las hazas han servido de límite del municipio, también para evitar la concentración de terrenos en latifundios”, concreta Cantillo.

 

De los agraciados a los asentados

 

De un lado, los agraciados; del otro, los que trabajan las hazas: los asentados, unos agricultores vejeriegos que heredan de padres a hijos el derecho de explotar los terrenos. Y que pagan cada mes de octubre las rentas que irán a parar a las manos de quienes dicten los bombos.

 

“Ni con una haza, ni con dos, no se puede vivir solo de ellas”, explica Emilio Durán, uno de los 150 asentados. Él heredó una de las dos hazas que explota de su padre, cuando este murió a los 56 años. La otra la consiguió gracias a un sorteo paralelo al que optan los agricultores de Vejer. Pero ni con esas salen los números.

En cualquier caso, esta tradición medieval ha traído consigo riqueza al municipio. También la posibilidad de que muchos de sus vecinos se hayan podido dedicar a la labranza sin necesidad de poseer tierras. “En la época de la construcción tuve dudas de si dejar el campo, menos mal que no lo hice, si no hoy sería un parado más; con las hazas, con más o con menos, tenemos para ir tirando”, detalla el campesino.

Emilio Durán, asentado, agricultor que cultiva las Hazas de la Suerte de Vejer de la Frontera.

Emilio Durán, asentado, agricultor que cultiva las Hazas de la Suerte de Vejer de la Frontera.

La renta que paga cada mes de octubre irá a parar a partir de este 22 de diciembre y hasta el mismo día de dentro de cuatro años al bolsillo de Francisca Sánchez Rubio, de 89 años, una de las agraciadas del sorteo. Su propia nieta, María Esther, sacó la bola que llevaba el nombre de su abuela. Y ambas lo celebran después de la rifa en la intimidad de su casa.

María Esther tiene once años y tiene el honor de representar a la mujer de su pueblo. Es una de las cobijadas, mujeres típicas de Vejer, que reciben su nombre del traje tradicional. Un traje de manto y saya de la época castellana, recuperado por los vejeriegos en la década de los ochenta. A estas mujeres, que se dividen entre cobijadas infantiles y mayores, corresponde la responsabilidad de extraer las bolas del bombo. “Algo muy especial” para ellas. 

El día de hoy, el del sorteo de las Hazas, es el día más importante en el calendario de las cobijadas. Hoy, Ni María Esther, ni Clara, ni Claudia han ido al colegio. En su lugar se han enfundado el cobijado y se han puesto a disposición de la tradición de su pueblo.

Los niños de San Ildefonso cantando la pedrea Madrid y las cobijadas repartiendo las tierras en Vejer. En las calles, un oído en cada sorteo, que conviven cada cuatro años en la misma fecha: 22 de diciembre. El día en el que España pasa la mañana pendiente de los bombos.

Dos jóvenes cobijadas desayunan mientras el televisor de la cafetería retransmite el sorteo de Navidad.

Dos jóvenes cobijadas desayunan mientras el televisor de la cafetería retransmite el sorteo de Navidad. Fernando Ruso