Tiene nueve años, pero los más de 200 metros que separan la puerta del colegio de la entrada a clase los ha recorrido apretando “bien fuerte” la mano de su madre. Tifenn ha vuelto al cole este lunes después de un curso apartada de los pupitres por culpa de un cáncer al que la pequeña llama por su nombre: “leucemia linfoblástica aguda”. Entra a 4º de Primaria tras meses en los que su aula ha sido la habitación de un hospital, sus profesores; sus padres y hermanas y sus apuntes; diagnósticos médicos. Y la asignatura más complicada, superar un cáncer a los ocho años, aprobada. “Es una alegría retomar la vida de niña que tenía antes y que la enfermedad se la arrebató tan bruscamente”, exclama su madre.

La vuelta al cole de Tifenn

Aunque Tifenn ha sido la protagonista de la vuelta al cole en el  San Luis de los Franceses de Pozuelo de Alarcón (Madrid), el nuevo look de su hermana melliza Alix le ha robado el protagonismo por momentos. Ha dejado atrás su larga melena rubia para lucir el mismo corte que Tifenn después de las sesiones de quimioterapia. Nerviosa y tímida ha sido recibida en clase con un “sí” al unísono de sus compañeros a la pregunta de la maestra sobre si estaban contentos que ella estuviese de vuelta.

El “túnel”, como llama su madre Begoña a lo vivido por la familia en este último año, comenzó en julio de 2016 cuando los dolores de cadera se apoderaron de Tifenn. Hasta tal punto que no la dejaban caminar. En un primer momento, le diagnosticaron una sinovitis transitoria, una inflamación que se resuelve sola en pocos días. Pero no en el caso de la pequeña. Los días pasaban y las molestias eran tan grandes que apenas podía andar. Begoña, no conforme con el parte inicial, decidió recurrir a un médico especialista, quien descartó la sinovitis. Y vino la analítica.

Tifenn junto a su hermana melliza Alix en el patio del colegio antes de pasar a clase

Tifenn junto a su hermana melliza Alix en el patio del colegio antes de pasar a clase Jorge Barreno

Un cáncer es un cáncer

Glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas por los suelos: “una anemia de caballo”. Procedieron a hacerle pruebas y luego el peor de los resultados, una leucemia: leucemia linfoblástica aguda. “Mi mundo se derrumbó”, recuerda la madre. Tan sólo cuatro días después de ponerle nombre y apellidos a su enfermedad, la niña empezó sus sesiones de quimioterapia “para atacar el bichito”. Pero no volvieron a llamar así al “bichito”: el cáncer es cáncer y la leucemia es leucemia. Para tratar de evitar tristes situaciones como la discusión entre las mellizas en la que la niña enferma trataba de explicarle a su hermana que la leucemia es un tipo de cáncer. “Tifenn dice que la leucemia es un cáncer. ¿A que no, mamá? El cáncer sí mata”, le dijo entre llantos Alix a su madre.

Toda la familia se quedó sin vacaciones de verano en 2016. Arrancó 3º de Primaria y mientras su hermana y compañeros aprendían a resumir textos en Lengua y a multiplicar en Matemáticas, ella pasaba las horas -y los días- en la habitación del hospital. Dice su madre que el curso pasado la asignatura que aprobó con más nota fue esa que no tiene libros de texto: madurar. Pero se quedó sin cursar las materias que les correspondían porque al estar matriculada en un colegio privado, la Comunidad de Madrid no ofrece un profesor de apoyo como lo hace a niños de colegios públicos enfermos que no pueden asistir a clase. “Es una injusticia”, denuncia la madre, quien adelanta que dará también esta batalla cuando su hija esté completamente recuperada.

Tifenn con su madre Begoña antes de comenzar 4º de Primaria

Tifenn con su madre Begoña antes de comenzar 4º de Primaria Jorge Barreno

Aún no lo está. Sigue con pastillas para su tratamiento, pero los médicos ya le han recomendado continuar con su rutina habitual. También lo hicieron el pasado mes de mayo y Tifenn intentó volver a clase, pero los efectos secundarios de la quimioterapia le obligaron a desistir. Volvió al San Luis de los Franceses casi al terminar el curso, durante una de las funciones de clausura en la que el resto de sus compañeros -incluida su hermana- interpretaron un baile sobre. Su madre Begoña lo recuerda con uno de los momentos más tristes del túnel. Siempre ha tratado de que sus tres hijas la vean llorar. Pero lo ha hecho. Como ese día, cuando vió a Alix sobre el escenario mientras su otra pequeña estaba sobre sus brazos, con un pañuelo sobre su cabeza y retorciéndose del dolor por la quimio que le habían dado ese mismo día. “Lloraba, lloraba”, dice la madre casi excusándose.

A Begoña este lunes le ha costado también soltar la mano de su hija. Recíproco. Comenta a este diario aliviada que ya ve “la luz al final de túnel”. Un recorrido que ha cambiado a toda la familia, aunque Tiffen “sigue siendo la misma”: “Bastante pasota, pero la alegría de vivir”. Según el primer ejercicio que este lunes han realizado en clase, si Tifenn fuese un animal, sería un gato, escribe ella a lápiz sobre una tarjeta. De ser un deporte, natación y un plato, espaguetis.

También es la cara visible de la última campaña que ha lanzado la Fundación Aladina en los colegios de toda España 1 dibujo=1 sonrisa con el objetivo de que los centros educativos conciencien a los alumnos sobre la realidad que afecta a niños y adolescentes enfermos de cáncer. “Cada año se diagnostican en España 1.400 nuevos casos de cáncer infantil, con una tasa de supervivencia del 80%”. Todo el dinero recuperado -con donativos de centros y padres- se destina a los programas que Aladina desarrolla: atención psicológica, obras hospitalarias, campamentos de verano o becas de formación para oncólgos.