Ya me ha entrado ansiedad esperando al 13 de junio. Ese día se hace pública en Nueva York la nueva lista de los 100 mejores restaurantes del mundo (aunque ahora se llama The 50 Best). Lo confieso: fantaseo con probarlos todos. Lo peor es que si la clasificación no cambiara cada año, lo conseguiría. A veces también sueño con imitar a aquel cliente de El Bulli que fingió desaparecer para no pagar la cuenta. Así que antes de tener que volver a empezar de nuevo desde cero, aprovecho mi viaje a la Gran Manzana para revisitar un clásico de la lista, el Nomad. Con una estrella Michelin, ocupa ahora el puesto 67 entre los mejores del mundo.

El restaurante Nomad

El restaurante Nomad J.S.

 

El Nomad es la principal atracción del hotel del mismo nombre. Su ubicación no puede ser más privilegiada, muy cerca del icónico rascacielos Flatiron y de las ardillas del Madison Square Park. Busca recrear la atmósfera de lujo y opulencia decadente de los salones donde se movían los grandes magnates de principios del siglo XX, como Rockefeller. Grandes cortinajes de terciopelo rojo, alfombras pesadas, sillas con estampados florales y de dragones y mesas de caoba oscura adornadas con una rosa blanca. Un bar clásico y varias habitaciones que convergen en el espacio central, iluminado por un enorme tragaluz pese a la lluvia de una mañana de mayo.

El pan con cebolla y patata

El pan con cebolla y patata J.S.

 

En el restaurante se puede degustar la versión más asequible de la cocina del chef Daniel Humm, de cuyo deslumbrante Eleven Madison ya hemos hablado en esta columna. Se ha suprimido la pirotecnia y los efectos especiales, se ha simplificado al máximo el menú y queda lo esencial: el foco en el producto y una presentación muy cuidada, casi pictórica que no deja ningún detalle al azar. Empezando por el delicioso pan con cebolla y patata ofrecido por la casa.

Los rábanos con mantequilla

Los rábanos con mantequilla J.S.

 

Con esta puesta en escena, nadie diría que la principal inspiración del Nomad son los Rolling Stones y que una enorme foto de Mick Jagger preside la cocina, según ha dicho Humm. Más parece el lugar al que irían a cenar o de copas los protagonistas de la serie Mad Men. Eso sí, con un público mucho más joven y hípster de lo que cabría esperar. Hace un par de años era el local más codiciado de la ciudad y todavía conserva un aura cool. Ayuda un menú de mediodía a precio popular (30 euros), al menos para los estándares de Nueva York. El aperitivo clásico del Nomad no puede ser más sencillo: rábanos recubiertos de mantequilla, como las fresas rebozadas en chocolate, acompañados de flor de sal.

Los tortelli con trucha ahumada

Los tortelli con trucha ahumada J.S.

 

Si la comida destaca por lo asequible, una vez más no ocurre lo mismo con la bebida. El camarero me dice que el vino que mejor va con el menú es el más caro de la carta (24 euros por copa!!!). Así que empiezo con un cóctel Adonis, de fino amontillado, vermú de Torino infusionado con chai y naranja amarga, que me sabe a poco. El entrante es espectacular: tortelli rellenos de una cremosa masa de guisantes ingleses, con un contrapunto de trucha ahumada.

El pollo con yogur

El pollo con yogur J.S.

 

Aunque el servicio es impecable, a veces se demora demasiado entre plato y plato. Más tiempo para espiar a la fauna humana que puebla el Nomad. La especialidad estrella es el pollo entero asado para dos personas, con foie gras y trufa negra. Tendrá que esperar: esta vez he venido sin mi acompañante. Aún así, pido como plato principal una ración de pollo con yogur ahumado, habas y frekah, una especie de trigo tostado. Y no decepciona: piel ultra crujiente y carne jugosa, tierna y de sabor intenso. Mientras lo degusto con mi cóctel pienso que a Don Draper le encantaría este sitio.

 

Restaurante Nomad. 1170 Broadway con la calle 28, Nueva York. Cocina americana moderna. Precio: 74,7 euros (con cóctel, vino y propina)