El pueblo de los polvorones cierra en Navidad.

El pueblo de los polvorones cierra en Navidad. Fernando Ruso

Reportajes ESTEPA

El pueblo de los polvorones cierra en Navidad

  • Unas 5.000 personas viven en Estepa del sector del mantecado. Pero el trabajo termina ahora hasta el próximo septiembre. 
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20 diciembre, 2015 02:57
Pepe Barahona Fernando Ruso

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"En Estepa todos los años cae el Gordo de Navidad y está muy repartido". La frase se repite cada año en esta localidad de la Sierra Sur sevillana famosa por sus dulces típicos. La elaboración de mantecados, polvorones, roscos de vino y un sinfín de productos navideños distribuye entre sus vecinos millones de euros que hacen posible vivir todo el año con sólo tres meses trabajados.

La calma que se percibe en las calles estepeñas de septiembre a diciembre contrasta con el ajetreo que se vive en la veintena de fábricas que producen más de 20.000 toneladas de productos y que se traducen en unos 70 millones de euros de facturación. El sector genera unos 2.000 empleos directos y otros 2.500 indirectos de la industria auxiliar. De septiembre a diciembre, todo el pueblo vive por y para la Navidad.

"En Estepa durante la campaña nadie se casa, nadie nace y casi nadie se muere", ironiza uno de sus habitantes. Los ingresos que reciben las familias que viven del mantecado hacen que "ciclos de vida como los nacimientos" se ajusten en función de este pico de actividad, según explica Anastasia Téllez Infantes, profesora titular de Antropología Social de la Universidad Miguel Hernández y autora de diversas investigaciones sobre las mantecaderas de Estepa.

"Desde que se puede controlar la natalidad, las trabajadoras intentan que los últimos meses del embarazo no coincidan con la campaña. Tampoco se programan ni bodas ni bautizos, porque nadie iría, toda la vida gira en torno a la industria del mantecado", detalla Téllez, autora de Las mantecaeras de Estepa. Un trabajo antropológico sobre una industria local.

La mayoría de los empleados del sector son mujeres.

La mayoría de los empleados del sector son mujeres. Fernando Ruso

En una sola campaña y entre sueldos base y horas extra, un trabajador del mantecado puede percibir entre 6.000 y 9.000 euros según el convenio que data de 1978 y se revisa cada cuatro años. Esas cifras se acercan al salario mínimo interprofesional anual, que en España asciende a 9.080,40 euros. "Las familias suman otros ingresos mínimos provenientes de trabajos agrícolas o subsidios por desempleo, con lo que muchas consiguen vivir todo el año de su trabajo en campaña", añade Téllez.

"Sin muchos lujos ni vacaciones y siempre privándose de muchas cosas pero a la comida podemos llegar", confiesa Pepi Paez, mantecadera de La Colchona desde hace décadas. Su marido y ella trabajan en distintas fábricas. En su casa las cuentas se hacen a partir de los ingresos del mantecado y también un poco de la aceituna. "En campaña apenas nos vemos pero damos gracias porque en Estepa hay familias que no tienen la suerte de tener un trabajo", aclara.

Un oasis de bienestar

Las bajas tasas de desempleo en Estepa hacen del pueblo un oasis en mitad de un desierto de oportunidades. El paro en los meses de campaña fluctúa en torno al 8%, aproximadamente la mitad que el resto de año. Pero siempre lejos de la media andaluza, que la Encuesta de Población Activa (EPA) fijó en un 31,7% en el tercer trimestre de 2015.

"Estepa sin el mantecado sería como otros pueblos, nos dedicaríamos a la agricultura", dice Pilar Tejada, mantecadera desde los 16 años. Lo que en su día fue un juego de niñas es hoy la profesión que ha solucionado la economía de su familia en los últimos años.

"Mi marido trabaja en la construcción y la cosa ha estado paradilla. El mantecado ha supuesto mucho para mi casa", dice. "En Estepa hay mucha dependencia de la campaña, sobre todo en los tiempos que corren. Ojalá pudiésemos vivir de esto durante todo el año".

Los hornos de Estepa.

Los hornos de Estepa. Fernando Ruso

La estacionalidad del consumo, íntimamente relacionado con la Navidad, es el reto del sector del mantecado. A mitad de diciembre, la mayoría de las fábricas echa el cierre, con el consecuente fin de contrato para los trabajadores. Algunos son asimilados por otros sectores productivos como el aceite de oliva o la aceituna de mesa. Pero otros (la mayoría mujeres) vuelven a sus hogares a ejercer como amas de casa.

Contra esa dinámica luchan tanto las autoridades locales y autonómicas como el empresariado de la ciudad. "El objetivo que se debe fijar Estepa es mantener la actividad durante todo el año", explica el alcalde de Estepa, Salvador Martín, que añade: "La internacionalización del mantecado es una asignatura pendiente y el sector lo sabe".

Hoy muchas empresas han empezado a fabricar productos no tan navideños. Es el caso La Muralla, que de la mano de Mercadona desarrolla dulces para las grandes superficies o de La Despensa de Palacio, que dirige sus ventas a un público gourmet.

"Rompimos con la estacionalidad apostando por la diversificación y recuperando una antigua fábrica de chocolate que había en Estepa, ya desaparecida", recuerda el gerente de La Despensa de Palacio, Antonio Rivero.

"Me fui a Francia a trabajar con los chocolateros Paul Bocuse y Maurice Bernachon y ese viaje supuso un antes y un después para el devenir de nuestra empresa", confiesa. "Además este año hemos abierto en Sevilla una confitería y cafetería para poder desarrollar producto en nuestro obrador durante todo el año".

La Navidad trae el cierre.

La Navidad trae el cierre. Fernando Ruso

El caso de La Despensa de Palacio es una buena síntesis de la economía de Estepa. Además de mantecados y chocolates, esta empresa saca cada año una pequeña producción de aceite de oliva virgen extra de una pequeña finca. Es precisamente el conocido oro verde otro de los pilares fundamentales de la economía de la localidad, enmarcada en la Denominación de Origen Estepa, de la que viven 5.000 familias olivareras de pueblos de la comarca de la Sierra Sur: Aguadulce, Badolatosa, Casariche, El Rubio o Puente Genil.

La actividad del sector del aceite genera 225 millones de euros anuales en la comarca y aporta más de 224.000 jornales sólo en actividad de campo a los que hay que sumar la actividad en almazaras, laboratorios y oficinas de gestión.

De forma paralela al desarrollo de sectores como el mantecado o el el aceite, Estepa ha visto florecer un amplio tejido empresarial compuesto por proveedores de productos y servicios que en las últimas décadas han llegado a esquivar la dependencia de la industria principal.

"Al principio todos nuestros clientes eran de Estepa. Ahora ese porcentaje se ha rebajado al 20 por ciento", explica Jesús Jiménez Prieto, responsable de producción de Moldplástica, una empresa familiar de envases nacida en 1982. La clave de su éxito ha sido captar nuevos clientes del sector cárnico, hortofrutícola o farmacéutico. "Teníamos que buscarle trabajo a las máquinas más allá de la Navidad", recalca.

El mantecado como llave

El dulce navideño ha sido también el trampolín para acceder a nuevas oportunidades. María Eugenia Fernández convirtió los ahorros de muchas campañas en una mercería. Hoy su hija ha seguido sus pasos y se ha pagado la carrera de Magisterio en Granada mientras trabajaba en el sector. 

"Nunca tuve beca. Siempre me la denegaban y sin el mantecado no hubiese podido pagarme la carrera", recuerda Sara Pérez, de 26 años. Sus años de universitaria fueron más difíciles que los de sus compañeras: "Todavía recuerdo cómo aprovechaba los turnos de noche para poder ir a hablar con los profesores y ponerme al día de trabajos. O cuando tenía que pedir días libres para hacer exámenes".

En su caso, el dinero de la campaña se iba a pagar la matrícula, el alquiler del piso y los gastos que surgiesen. "Cuando sacaba malas notas en el instituto, mi madre me decía: ‘¡Como no estudies te vas al mantecado!’. ¿Quién me iba a decir que sería el mantecado el que me pagase la carrera?", dice Sara, que ya ha encontrado destino a sus ahorros de esta campaña: una temporada en el Reino Unido para perfeccionar su inglés.

Una de las fábricas de Estepa.

Una de las fábricas de Estepa. Fernando Ruso

En otros casos, el proceso es inverso: Estepa es el único municipio de Sevilla en el que se imparte el ciclo formativo de grado medio de Panadería, Confitería y Repostería. "Recibimos cientos de solicitudes y la nota media de acceso supera el siete", explica la vicedirectora del Instituto Aguilar y Cano, Guadalupe Luna Gutiérrez.

Este extremo se justifica por la alta tasa de empleabilidad que tienen los alumnos una vez finalizados sus estudios: "en torno al 80 por ciento terminan trabajando", según dice la docente. Pero lejos de lo que se piensa "solo unos pocos terminan en el sector del mantecado", donde priman más los contactos para el acceso a las fábricas.

El mantecado tiene una "red clientelar" a la hora de las contrataciones, según explica la profesora de Antropología. Al menos en las categorías profesionales más básicas. En paralelo, el sector está viendo cómo se incorporan nuevas generaciones con una "formación universitaria y con experiencia en el mercado internacional", según dice el presidente del Consejo Regulador de la Indicación Geográfica Protegida (IGP) Mantecados y Polvorones de Estepa, Eusebio Olmedo. "Y eso es garantía de éxito", añade.

"El mantecado tiene mucho futuro. Por su arraigo social, por lo que significa para Estepa, por su dimensión identitaria, estimo —dice Olmedo— que de aquí a poco tiempo Estepa será un referente en cuanto al dulce, con una producción y trabajo durante todo el año".

Hasta el año que viene.

Hasta el año que viene. Fernando Ruso