Rajoy y Sánchez en la Moncloa.

Rajoy y Sánchez en la Moncloa. Efe

Reportajes LITERATURA

Juan de Mairena descubre al impostor del debate entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez

El heterónimo de Machado descubre los vicios del mal político. El cara a cara decidirá a los indecisos. 

13 diciembre, 2015 03:28

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Antonio Machado se desdobló en un ser con el que enseñar sin doctrinas. Juan de Mairena es un maestro que se dirige a sus alumnos de Sofística -nosotros-, a los que imparte una clase interminable sobre la vida. Son glosas directas y ligeras, filosofía sin losa, sentencias sin grasa que reclaman, a los que han asumido el papel de pensar por los demás, la verdad sin condiciones. Su demanda es el aviso contra los borrachos de la retórica que tratan de engañar al hombre con sus propios deseos. “Pero el hombre ama la verdad hasta tal punto que acepta la más amarga de todas”. La muerte.

Pero antes de que eso pase, probablemente antes de que llegue la hora, hay debate entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Será la última entrega del serial que ha entretenido la campaña con debates preparados para iluminar a los indecisos. El 40% de este país, según los sondeos. Será un encuentro anacrónico -porque perpetúa el bipartidismo extinto- y extraño -porque veremos a un presidente que regresa a un formato por el que la última vez pasó como aspirante.

En la recta final del 20-D, el hambre de voto genera monstruos que sabios como el heterónimo creado por Machado, con espontaneidad y sin el astracán filosófico, desenmascaran. El “algodón” de Juan de Mairena también se puede pasar sobre la superficie de los ausentes, incluso de los que van regalando las obras completas en Moncloa. He aquí una nube de vicios que irán apareciendo a lo largo del enfrentamiento:

Impostor. “Al hombre público, muy especialmente al político, hay que exigirle que posea las virtudes políticas, todas las cuales se resumen en una: fidelidad a la propia máscara. Decía mi maestro Abel Martín -habla Mairena a sus discípulos de Sofística- que un hombre público que queda mal en público es mucho peor que una mujer pública que no queda bien en privado. Bromas aparte -añadía-, reparad en que no hay lío político que no sea un trueque, una confusión de máscaras, un mal ensayo de comedia, en que nadie sabe su papel”.

Responsable. “Procurad los que vais para políticos, que vuestra máscara sea, en lo posible, obra vuestra; hacéosla vosotros mismos, para evitar que os la pongan -que os la impongan- vuestros enemigos o vuestros correligionarios; y no la hagáis tan rígida, tan imporosa e impermeable que os sofoque el rostro, porque, más tarde o más temprano, hay que dar la cara”.

Cercano. “Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura”.

Corrupto. “Cuando nuestros políticos dicen que la política no tiene entrañas aciertan alguna vez en lo que dicen y en lo que quieren decir. Una política sin entrañas es, en efecto, la política hueca que suelen hacer los hombres de malas tripas”.

Conservador. “Y a quien os eche en cara vuestros pocos años bien podéis responderle que la política no ha de ser, necesariamente, cosa de viejos. Hay movimientos políticos que tienen su punto de arranque en una justificada rebelión de menores contra la inepcia de los sedicientes padres de la patria. Esta política, vista desde el barullo juvenil, puede parecer demasiado revolucionaria, siendo, en el fondo, perfectamente conservadora”.

Oportunista. “Claro es que en el campo de la acción política, el más superficial y aparente, sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”.

Revolucionario. “Uno de los medios más eficaces para que las cosas no cambien nunca por dentro es renovarlas -o removerlas- constantemente por fuera. Por eso -decía mi maestro- los originales ahorcarían si pudieran a los novedosos, y los novedosos apedrean cuando pueden sañudamente a los originales”.

Populista. “Lo corriente en el hombre es la tendencia a creer verdadero cuanto le reporta alguna utilidad. Por eso hay tantos hombres capaces de comulgar con ruedas de molino. Os hago esta advertencia pensando en algunos de vosotros que habrán de consagrarse a la política”.

Clientelista. “La política señores es una actividad importantísima… Yo no os aconsejaré nunca el apoliticismo, sino, en último término, el desdeño de la política mala, que hacen trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancia y colocar parientes. Vosotros debéis hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin vosotros, y naturalmente, contra vosotros. Sólo me atrevo a aconsejaros que la hagáis a cara descubierta; en el peor caso con máscara política, sin disfraz de otra cosa; por ejemplo: de literatura, de filosofía, de religión”.

Mentiroso. “Se miente más que se engaña;/ y se gasta más saliva/ de la necesaria...” Si nuestros políticos comprendieran bien la intención de esta sentencia de mi maestro, ahorrarían las dos terceras partes, por lo menos, de su llamada actividad política”.  “El deber de la mentira/ es embaucar papanatas;/ y no es buena la piadora, sino la que engaña”.

Hipócrita. “Recordemos otra vez el consejo maquiavélico, que olvidó Maquiavelo: “Procura que tu enemigo no tenga nunca razón. Que no la tenga contra ti. Porque el hombre es el animal que pelea con la razón; quiero decir que embiste con ella. Te libre dios de tarascada de bruto cargado de razón”.

Progresista. “En España la acción política de tendencia progresiva suele ser débil, porque carece de originalidad; es puro mimetismo. […] Nuestros políticos llamados de izquierda, un tanto frívolos -digámoslo de pasada-, rara vez calculan, cuando disparan sus fusiles de retórica futurista, el retroceso de las culatas, que suele ser, aunque parezca extraño, más violento que el tiro”.

Autocrítico. “Que nadie entre en nuestra escuela que no se atreva a despreciar en sí mismo tantas cosas cuantas desprecia en su vecino, o que sea incapaz de proyectar su propia personalidad en la pantalla del ridículo. Toda mezquina abogacía de sí mismo queda prohibida en nuestra escuela. Porque la zona más rica de nuestras almas, desde luego la más extensa, es aquella que suele estar velada al conocimiento por nuestro amor propio”.

Mediocre. “Señores: la verdad del hombre empieza donde acaba su propia tontería. Pero la tontería del hombre es inagotable. Dicho de otro modo: el orador, nace; el poeta se hace con el auxilio de los dioses”.

Cínico. “Los hombres que están siempre de vuelta en todas las cosas son los que no han ido a ninguna parte. Porque ya es mucho ir; volver, ¡nadie ha vuelto!”

Flemático. “El paleto perfecto es el que nunca se asombra de nada; ni aun de su propia estupidez”. “Nosotros no pretenderíamos nunca educar a las masas. A las masas que las parta un rayo. Nos dirigimos al hombre, que es lo único que nos interesa”. “Yo no os aconsejo que desdeñéis los tópicos, lugares comunes y frases más o menos mostrencas de que nuestra lengua -como tantas otras- está llena, ni que huyáis sistemáticamente de tales expresiones; pero sí que adoptéis ante ellas una actitud interrogadora y reflexiva”.