La tecnoniñera

La tecnoniñera

La tribuna

La tecnoniñera

La autora defiende el uso de la tecnología a edades tempranas pero con mesura, sin recurrir a los aparatos electrónicos para eludir la responsabilidad de educar.

8 agosto, 2016 02:34

Hay una imagen que se repite últimamente con demasiada frecuencia, en especial durante las vacaciones de verano: la familia sentada a la mesa en un restaurante y entre ellos, pero muy lejos de allí, un niño pequeño con la mirada perdida en un móvil o tableta que reproduce sin parar unos dibujos animados.

Ante todo he de confesar que me encanta la tecnología y me resulta fácil pasar el tiempo pegada a un móvil, a un iPad o a un ordenador. Por eso, cuando supe que iba a ser madre me prometí esforzarme en mantener a mi hija convenientemente alejada de una tecnología que no fuera adecuada a su edad.

De mi infancia guardo estupendos recuerdos de comidas familiares con largas sobremesas, en las que mis hermanas y yo participábamos de las conversaciones de nuestros padres y aprovechábamos para ponernos al día, discutir los asuntos familiares o solucionar problemas o conflictos propios de la edad. Quizá en un exceso de celo hacia ese tipo de ocio, nuestros padres nunca nos compraron una consola o un videojuego, por lo que pasábamos las horas inventando juegos, paseando en bicicleta o corriendo de un lado a otro.

La tecnología tiene un papel muy beneficioso en el aprendizaje siempre que se use de forma juiciosa

Es obvio que los tiempos avanzan y los niños también. No pueden seguir jugando como lo hacían los niños de hace 200 años, igual que esos niños jugaban de forma distinta a cómo lo hacían los niños medievales. Es más, estoy convencida de que la tecnología tiene un papel muy beneficioso en el aprendizaje siempre que se use de forma juiciosa y adecuada a la edad. De hecho, en los últimos años hemos leído noticias sobre los beneficios del aprendizaje de lenguajes de programación a edades tempranas en el desarrollo del pensamiento lógico y matemático. Eso es una cosa, y otra bien distinta es utilizar el móvil como niñera.

Hace unos días, mi hija de 17 meses tenía una de esas tardes en las que no quería jugar con nada y se cansaba en unos minutos de cada juego que intentaba. Sólo le valía estar conmigo. Alguien me dijo al ver la escena: “¿No tienes iPad? Si se lo dejas para que juegue no habrá niña y podrás dedicarte a tus cosas”. Amablemente le dije que no pasaba nada, que prefería pasar el tiempo con ella. Pero la realidad de sus palabras me hizo pensar de nuevo en el tema y buscar algo de información.

Existen bastantes recursos en la red sobre la influencia de la tecnología en el desarrollo neurocognitivo. Resumiendo un poco, sabemos que existen algunos factores imprescindibles en el desarrollo como son el movimiento, el tacto, el contacto con otras personas y con la naturaleza. Como refleja Cris A Rowan, especialista en terapia ocupacional pediátrica, en su libro Virtual Child: The terrifying truth about what tecnology is doing to children, estas experiencias sensoriales favorecen el desarrollo de la postura, la coordinación o la autorregulación de los estados de excitación y relajación.

Los pediatras recomiendan separar la televisión u otras distracciones de este tipo de la hora de las comidas

El contacto humano y con la naturaleza parece activar al sistema parasimpático disminuyendo el cortisol, la adrenalina y la ansiedad. Todo ello favorece la atención y el aprendizaje. Por otra parte, no debemos olvidar la recomendación de los pediatras de separar la televisión u otras distracciones de este tipo de la hora de las comidas, como medida para que el niño adquiera una relación adecuada con el momento de la comida.

Por tanto ¿tecnología sí o no? Mi respuesta es que sí, pero a las edades adecuadas y con los contenidos oportunos, siempre acompañados y supervisados, y nunca para silenciar o anular al niño y tener un rato de tranquilidad. Como madre sé lo difícil que puede llegar a ser conseguir que un bebé se coma la fruta o que esté tranquilo cuando estás en un restaurante. Sin embargo, estoy convencida de que con paciencia y cariño se puede ir consiguiendo.

Quizá no tenga nada que ver, pero lo cierto es que mi hija es una niña muy sociable que a veces se porta muy bien y otras no tan bien, que se acerca a todos los niños, repite todo lo que escucha, le dice hola a los vecinos y viene con nosotros a todas partes. Hace poco se acercó a otra niña en la piscina, que estaba tumbada viendo dibujitos en el móvil de su padre mientras éste se bañaba con su otro hijo, y cuando intentó saludarla esa niña le dio un manotazo. Puede que me equivoque, pero seguiré evitando recurrir a la tecnoniñera.

*** Ana M. Gómez Pérez es médico, especialista en Endocrinología y Nutrición.

Más en opinión

Blog del Suscriptor
TRES Marta Rivera de la Cruz

Maroto, el pirata

Anterior

Cada vez más desmoralizados con los políticos

Siguiente