Las efemérides llaman a la celebración, el pesar o el oprobio, pero nunca a la indiferencia. El 14 de abril es una fecha señalada para muchísimos españoles; y no hace falta remitirse a los años 30 y al advenimiento de la II República para dar por hecho que también lo es para la Casa del Rey.

Hace exactamente cinco años, Juan Carlos I de Borbón se sometía a una operación de urgencia después de haber sufrido una aparatosa caída durante un safari de elefantes en Botsuana. Como consecuencia de aquel accidente, el monarca se rompió la cadera y ensombreció la imagen que había logrado construir en torno a su figura durante cuatro décadas de reinado.

El rey desnudo

El rey campechano, el artífice de la Transición, logró levantar en torno a su vida un muro de silencio, con la complicidad de partidos y medios de comunicación. Los rumores sobre sus amantes, sus parrandas y sus actividades en el extranjero eran vox populi, pero nunca le habían pasado factura. Sin embargo, con su última cacería, una aventura irresponsable e inoportuna, cruzó la línea roja. En el momento en que apareció el nombre de Corinna zu Sayn-Wittgesteisn, la opinión pública vio por primera vez al rey desnudo.

El viaje a Botsuana del rey levantó la veda, como prueba el hecho de que sus aventuras remotas hayan seguido ocupando portadas desde entonces. Aunque Juan Carlos I pidió perdón nada más salir de la clínica, el mal estaba hecho. Dos meses después del accidente, tras comprobar que la popularidad de que había gozado se deterioraba estrepitosamente, no tuvo más remedio que anunciar su intención de abdicar en favor del entonces príncipe Felipe. Era el único modo de capear una tormenta perfecta, agravada por la imputación de Iñaki Urdangarin en el caso Nóos -un escándalo de corrupción que salpicaba a la Corona- y por la desafección y el malestar de una ciudadanía terriblemente castigada por la crisis.

Regenerar la Corona

A día de hoy es incuestionable que Felipe VI ha reflotado la imagen de la Monarquía. Así lo demuestran todos los sondeos y así lo reflejaba el estudio de SocioMétrica para el ESPAÑOL de enero, en el que el 72% respalda su gestión. Sin embargo, recomponer la reputación de la Corona ha sido una tarea ardua que ocupó de forma evidente los tres primeros años de su reinado. Felipe VI asumía el cargo un mes antes de que Podemos, un partido que defiende un cambio de régimen, llegara al Parlamento Europeo, así que era preciso regenerar la Corona a toda prisa para recuperar el crédito perdido.

El nuevo rey apartó definitivamente a su hermana Cristina de los focos y luego le revocó el título de duquesa de Palma, se bajó el sueldo un 20%, disminuyó los gastos de su Casa y redujo la Familia Real a su figura, la de la reina, la de la princesa Leonor y la infanta Sofía, y las de los reyes eméritos.

Felipe VI ha hecho esfuerzos ímprobos por romper con el pasado y transmitir austeridad, rigor y decoro. Es el justo peaje que ha tenido que pagar después del accidente de Juan Carlos I en Botsuana: un batacazo real en la que al rey padre se le vino encima el elefante, Corinna y la Corona.