Apenas unas horas antes de que -este lunes- el representante legal del PP y la ex ministra Ana Mato declaren en la Audiencia Nacional como beneficiarios de la trama Gürtel, Rajoy y Cospedal clausuraban el 18º congreso del partido henchidos de optimismo y decididos a recuperar los votos perdidos y fagocitar a Ciudadanos.

Que el PP salga de su cónclave para entrar en un juzgado debería ser ilustrativo de hasta qué punto se equivocará si piensa que sus votantes desengañados volverán sin más después de haber dejado pasar una nueva oportunidad de renovar equipos, revisar actitudes y rearmarse ideológicamente.

Ningún cambio

Mariano Rajoy no ha hecho ningún cambio sustancial en el partido, salvo restar poder orgánico a María Dolores de Cospedal. Tampoco ha movido un dedo para generar confianza en los propios procedimientos: el nuevo reglamento salió adelante con votaciones sin garantías, denuncias de "pucherazo" y dimisiones sobrevenidas. Cuestiones de calado en las que el PP debería haber fijado posición, como la gestación subrogada, la custodia compartida o la ley del aborto, se han cerrado en falso.

El presidente del PP se ha limitado a justificar su inmovilismo aduciendo que "las cosas no se cambian cuando funcionan", pero quienes dejaron de confiar en el PP hartos de la corrupción, de las promesas incumplidas y de su incapacidad para afrontar con audacia el problema soberanista no compartirán su optimismo.

'España erguida'

De hecho, esta incapacidad dio alas a Ciudadanos como garantía de regeneración. Rajoy yerra al considerar que los votos perdidos son un castigo pasajero por los ajustes y no el fruto de la desilusión y desconfianza que él mismo genera. También peca de voluntarismo cuando resume los últimos cuatro años como el tránsito de la "España desolada a la España erguida".

Rajoy y Cospedal parecen fiar todo su capital político a que la oposición está hoy más dividida que ellos. Pero ni las perspectivas económicas españolas y globales, ni el pulso independentista, ni la inestabilidad política justifican su autosatisfacción. Rajoy corre el riesgo de despertarse de un congreso a la búlgara con los pies en el fango.