Se acabó la incertidumbre. La reunión que ha mantenido este martes el presidente de la gestora socialista, Javier Fernández, con los parlamentarios de su partido ha servido para constatar que una amplia mayoría asume ya que hay que abstenerse en la investidura de Rajoy. Lo único que queda por despejar ahora es la fórmula que se utilizará para hacerlo.

En EL ESPAÑOL hemos sido muy críticos con la posibilidad de que Rajoy repitiera en la Moncloa: incumplió sus grandes promesas pese a gozar de mayoría absoluta, se ha mostrado inoperante para frenar el desafío independentista y está marcado por la corrupción de su partido. Esa posición nos legitima, más si cabe, para decir que los socialistas aciertan al dejarle vía libre y evitar así unas nuevas elecciones.

Grietas internas

Las grietas internas que la decisión abre en el PSOE son un mal menor en comparación con el destrozo que le supondría mantener el bloqueo institucional. Las encuestas vaticinaban que, caso de forzar los terceros comicios en un año, Rajoy ampliaría su mayoría y los socialistas dejarían de ser el primer partido de la oposición en beneficio de Podemos.

Está ahora en manos de los dirigentes del PSOE controlar la magnitud del desgaste que tendrá su decisión. Si convierten el Comité Federal del domingo en un nuevo gallinero como el que dio paso a la dimisión de Pedro Sánchez, el incendio seguirá arrasando el partido. Pero si actúan con prudencia, los socialistas todavía pueden salir airosos.

Deslealtad del PSC

Hay que decir que el PSC no lo está poniendo fácil. Miquel Iceta ha actuado con deslealtad al anunciar que sus diputados votarán "no" a Rajoy sea cual sea la decisión de los órganos de dirección y antes siquiera de escuchar sus argumentos. Así pues, descartada la abstención en bloque -que hubiera sido la fórmula idónea para dar imagen de unidad en un momento muy complicado- quizás la fórmula más adecuada sea la de la abstención técnica de once diputados.

Por todo ello el domingo es un día clave para el futuro del PSOE. Pero, más importante aún, lo es para el futuro de España, que necesita poner punto final a una situación de interinidad que dura más de 300 días. Rajoy tiene despejado el camino, pero para él también será una prueba dirigir el primer gobierno en minoría de la Democracia.