El anuncio que hoy hace Margarita Robles en las páginas de EL ESPAÑOL es muy revelador de la situación que vive el PSOE. La diputada advierte de que, sea cual sea la decisión de los órganos del partido, votará en contra de la investidura de Rajoy.

Robles, que es un referente social y moral -ha sido la primera mujer en España en presidir una Audiencia Provincial y fue proverbial su firmeza como secretaria de Estado de Interior en tiempos de los GAL- asegura que la disciplina de voto es un concepto "rancio". No le falta razón, pero para que esa libertad de voto que reivindica estuviera plenamente fundada debería de incardinarse en un sistema electoral que permitiese las listas abiertas o desbloqueadas.

Desconcierto general

Con el modelo actual, es difícil sustraerse a la disciplina de partido sin declararse en rebeldía. En el caso de Robles, que fue en las listas del PSOE como independiente, siempre podrían afearle su falta de obediencia a la dirección con un argumento fácil: nunca hubiera obtenido el acta de diputada de no presentarse bajo las siglas del partido.

El caso de Robles, de cualquier modo, es sintomático de la situación de desconcierto que vive el PSOE. Hay un vacío de poder que ha convertido la organización en una jaula de grillos. Los dos aspirantes a liderar el PSC -Iceta y Parlon- ya avisan de su negativa a facilitar la investidura de Rajoy. Y no hay día que no salga algún destacado dirigente a secundar esa posición; el último, Patxi López.

Se agota el tiempo

El problema es que si triunfara esa posición nos veríamos abocados a una terceras elecciones, que agravarían la crisis institucional, por un lado, y satisfarían los deseos de Rajoy, por otro. El líder del PP se frota las manos ante la posibilidad de ampliar su mayoría para poder gobernar así con manos libres.

El PSOE es hoy como el ejército de Pancho Villa, donde cada uno va a su aire. Y al partido se le agota el tiempo para reconducir la situación. Se echa en falta un liderazgo que debería haber empezado a ejercer ya Susana Díaz, en lugar de limitarse a mover los hilos desde la sombra. Quizás cuando lo intente sea ya demasiado tarde.