La comparecencia de Luis de Guindos en el Congreso para explicar el escándalo de la designación fallida de Soria como miembro del Banco Mundial ha acabado teniendo el efecto opuesto al pretendido por el ministro. Guindos insistió en defender el nombramiento de José Manuel Soria por ser éste el “más adecuado” para el cargo, lo cual convierte el asunto en surrealista, pues no se entiende que, si así fuera, haya sido el propio Gobierno el que ha acabado instándole a retirar la candidatura.

El titular de Economía sale muy tocado por esa incoherencia y porque ha sido incapaz de explicar las contradicciones de un caso plagado de mentiras y medias verdades, en el que se ha esgrimido la existencia de un "concurso" y de "decisiones técnicas" para ocultar lo que era un ejemplo palmario de apaño para gratificar a Soria con un suculento destino en Washington.

Imagen demoledora

Guindos defendió con énfasis su posición y no se arredró ante el chaparrón de críticas de los diputados. Fue su único mérito, porque construyó un relato insostenible, presentando el asunto como el de un mero expediente administrativo, algo meramente técnico, cuando es evidente que hemos asistido a un nombramiento a dedo, a modo de compensación política por la dimisión de abril, que ha acabado frustrándose por la presión de la opinión pública.

Con todo, lo más demoledor para el Gobierno y para el PP es que se haya visualizado por primera vez y de forma descarnada su minoría en un asunto de calibre y de notoria repercusión. Uno tras otro, los representantes políticos de dos tercios de la Cámara (y por tanto, de dos tercios de los españoles) tacharon al ministro de "mentiroso" y exigieron su dimisión. Si esto ha ocurrido en una comisión, ¿qué hubiera sucedido en el pleno? La reprobación de Guindos hubiera sido mucho más contundente y estrepitosa. 

Guindos no sólo ha sido derrotado por el sentido común -alguien que no es admisible en el Gobierno no puede serlo para representar a España en un organismo internacional-: ha sido vapuleado por la oposición y, lo que es peor y definitivo, ha sido desautorizado por su propio Gobierno al obligarle a cerrar la puerta que él le abrió a su amigo Soria. Motivos suficientes para presentar la dimisión.