Rajoy sigue amagando con la idea de no presentarse a la investidura si antes del jueves -día en el que visitará la Zarzuela dentro de la ronda de consultas del monarca- no ha conseguido el nivel de respaldo que le garantice que superará la votación. Así lo dio a entender de nuevo este lunes el portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando, al manifestar que no tendría "ningún sentido" dar ese paso "sin los apoyos suficientes".

Rajoy se convertiría así en el ganador de los comicios que tropieza dos veces en la misma piedra. Que su rechazo a intentar la investidura tras el 20-D acabase dando paso a unas segundas elecciones en las que logró aumentar sus escaños, supone un triunfo desde el punto de vista de la aritmética parlamentaria, pero a costa de un elevado desgaste de imagen.

¿Segunda espantada?

Otra espantada ante Felipe VI, una segunda negativa a la posibilidad de intentar formar gobierno sería terrible para él, además de porque quedaría patente su escasa determinación y liderazgo, porque se visualizaría que es parte del problema: muchos podrían caer en la cuenta de que con otro candidato el PP estaría gobernando hace tiempo. 

Rajoy parece enrocado en esa máxima suya varias veces repetida de que "a la investidura se va a ser investido". No es verdad. A ese debate se va con argumentos para intentar convencer al resto de los grupos, presentándose ante la nación con un proyecto político serio bajo el brazo y la firme voluntad de sacarlo adelante. Y que cada cual se retrate.

No más toreo de salón 

Llegar investido a la Cámara, como pretende Rajoy, es justamente lo contrario del parlamentarismo, es devaluar el Congreso y torear de salón. Eso es vieja política. Una sesión de investidura no puede ser un ritual vacío; al contrario, tiene que ser el acto casi fundacional que marque la pauta de lo que dará de sí una legislatura y que, en la medida de lo posible, sirva para aunar voluntades, y con ese ímpetu hay que encararlo.

Por todo ello, y porque es preciso no alargar más los plazos innecesariamente, Rajoy debería comunicar el jueves al rey su decisión de presentarse a la investidura. Lo contrario es mantener el bloqueo institucional y transmitir la idea de que se está cómodo en funciones y dejando pasar el tiempo.