Cuando reunimos a los supervivientes del elenco de extras que participó en el rodaje de "Bienvenido Mister Marshall" -véase el reportaje adjunto- para hablar de la visita de Barack Obama, no podíamos imaginar que la experiencia imaginada en la mítica película de Berlanga poco menos que se materializaría medio siglo después.

El motivo de la drástica reducción del viaje del presidente a España -la matanza de Dallas- es lo suficientemente dramático como para entender su decisión. Pero el hecho es que él y su comitiva no llegarán nunca a Sevilla y pasarán de largo ante la mayor parte de los dirigentes políticos, emprendedores y representantes de la sociedad civil con los que tenía previsto reunirse.

Algo doblemente frustrante si tenemos en cuenta que el aterrizaje de Barack Obama a última hora de este sábado en Madrid pone punto final a quince años de ausencia de un presidente de Estados Unidos en nuestro país. La situación era insólita: nunca desde el comienzo de la Democracia habían pasado más de seis años sin recibir la visita del inquilino de la Casa Blanca.

Son varias las razones que explican ese distanciamiento. El desprecio de Zapatero a la bandera americana en el desfile del Día de la Hispanidad de 2003 y la decisión de retirar las tropas de Irak un año después enfriaron las relaciones entre Washington y Madrid. Han sido necesarias la diplomacia, las visitas del propio Zapatero, de Rajoy y de los reyes a la Casa Blanca, y dejar reposar aquellas fricciones para hacer posible la llegada del presidente estadounidense. Por otra parte, la crisis que atraviesa Europa en los últimos años ha convertido al continente en un destino menos atractivo para la política norteamericana que la pujante Asia.

Intensas relaciones

La visita de Obama, de cualquier modo, refrenda una buena relación general entre los dos países. En el plano económico, EEUU es el mayor inversor directo en España, mientras que España es el noveno inversor en EEUU. La cooperación en materia de defensa se ha estrechado con un nuevo convenio que convierte a Morón en base permanente de las fuerzas norteamericanas de despliegue rápido para África y confirma a Rota como punto clave del plan de escudo antimisiles de la OTAN. En materia de seguridad y de lucha contra el terrorismo ha existido y se mantiene una intensa colaboración. Por lo que se refiere a los vínculos culturales, la amplia comunidad hispana facilita que sean intensos.

El antiamericanismo del que hacen gala algunos focos de la izquierda radical, que han convocado protestas en Sevilla y Madrid, no pasa de ser residual. Hasta Pablo Iglesias se ha desmarcado en este punto de sus socios de Izquierda Unida y había confirmado su asistencia al almuerzo de gala que habían organizado los reyes para el próximo lunes, pero que ya no tendrá lugar.

Luto por Dallas

La llegada del presidente de EEUU a España, una semana después de que aterrizara como un vendaval su esposa, Michelle, podría haber cerrado de forma festiva el paréntesis que se abrió en las relaciones entre ambos países en 2004. Pero la agenda va a estar marcada por el luto que imponen los sucesos de Dallas. En el último momento el viaje a nuestro país se ha visto mutilado por los trágicos acontecimientos: Obama sólo visitará Madrid y Rota. La visita a Sevilla ha sido eliminada de su agenda y el mandatario estadounidense apenas pasará 20 horas en España.

Al final, la esperada visita del primer presidente negro y el más mediático desde Kennedy se produce en un momento poco apasionante: al término de su mandato, convertido en lo que los estadounidenses denominan gráficamente "pato cojo", y siendo recibido por un presidente que acaba de cumplir doscientos días en funciones. Sólo faltaba que la matanza de Dallas reabriera lo que el propio Obama acaba de denominar como la "herida americana"-la violencia latente por la desigualdad racial- para que su visita a España se convierta en un episodio anómalo. Es obvio que durante su breve paso por Madrid y Rota, su preocupación estará en otro sitio.