Una juez se atrevió a preguntar a una mujer violada si "cerró bien las piernas" para evitar el ataque de su agresor. Ahora, la Comisión Disciplinaria del Consejo General del Poder Judicial ha archivado la causa contra María del Carmen Molina, titular del juzgado de violencia de género de Vitoria y, por tanto, entiende que la actuación de la magistrada ha sido correcta

Cabría preguntarle a la jueza, y después al CGPJ para que aclare su enfoque sobre este singular asunto, cuánto es bien, en su opinión. Cómo de bien cerradas están las piernas cuando se cierran bien. ¿Sería necesario un ángulo determinado de cierre para acreditar que se han cerrado correctamente? ¿Habría que analizar con qué fuerza la mujer utilizó su musculatura del tren inferior para exigirle a sus rodillas que se mantuvieran unidas? ¿Cuánta oposición es toda la oposición a un intento de violación? ¿Cuánto menos violación es una violación si la persona que va a ser violada decide rendirse para poder soportar con el menor trauma posible el momento, quizá el más trágico de toda su vida?

Siguiendo con este singular criterio que se permite analizar el grado de obstrucción que esgrime la asaltada y, al parecer, valorarlo íntimamente, si no están "bien cerradas" las piernas, ¿entonces se entiende que la mujer sería cómplice de su propia violación? ¿Cabe en ese caso un menor castigo para el agresor, ya que alguien en un Juzgado intuye que la persona atacada no hizo todo lo posible por impedir la agresión sexual?

Todas estas absurdas cuestiones que se deberían responder solas sin embargo parece que no lo hacen. Asombra que, tras 40 años ininterrumpidos de vida democrática en nuestro país, sin embargo perduren algunas posiciones que parecen un cristalino quebranto de los derechos de la mujer. Sorprende aún más cuando esa visión tan aparentemente franquista la aporta alguien cuya posición en la sociedad tiene mucho que ver con el concepto de impartir justicia. Y, cabría añadir, extraña que quien lo hace comparta género con la agredida, si bien este matiz debiera carecer de toda trascendencia: la aplicación de la justicia y el sexo de quien lo haga mantienen una conexión por definición necesariamente irrelevante.

Obviamente, si una mujer sufre un abuso sexual, y al menos algunas de las consecuencias tan terribles que este puede provocar, lo último que debería ocurrirle es que soporte después otro abuso, ahora de otro tipo, cuando va a denunciar el primero. 

Para la Asociación Clara Campoamor, la pregunta de la jueza fue "ofensiva, degradante y humillante", como en su momento señaló la presidenta, Blanca Estrella. Pero el CGPJ, cuyo objetivo es garantizar la independencia de los jueces frente a todos, no lo ha entendido así, y ha acreditado con su actuación que las preguntas de la jueza fueron correctas. Entre ellas, las de: "¿Cerró bien las piernas?" "¿Cerró toda la parte de los órganos femeninos?"

Aún queda mucho por hacer en nuestro país para erradicar del todo las inclinaciones machistas, incluso 40 años después de la llegada de las libertades y de los esfuerzos por lograr la igualdad entre hombres y mujeres.