El cerebro nos hace trampas, como demuestran esas ilustraciones que contienen dos imágenes a la vez. Es conocido el dibujo en el que unos reconocen a primera vista a una joven con gargantilla y otros identifican a una anciana. La forma en que el cerebro descifra en cada caso la información visual depende de las experiencias previas.    

Estoy convencido de que algo parecido debe de ocurrir con la interpretación del lenguaje. La frase "hay quien dice que estuvo mejor la señora Montero... pero no diré yo esto porque, si no, no sé que voy a provocar en esa relación", sirve a unos para detectar un "machismo casposo" en el autor, donde otros no advierten nada particularmente censurable.

Esas palabras, pronunciadas por Rafael Hernando en la moción de censura a Rajoy, fueron recibidas en los escaños de Podemos como la bomba de Hiroshima, en el sentido de que puso punto final a la contienda. Un hongo de indignación se levantó en esa parte del hemiciclo. Casi se podía palpar. Brotaron lágrimas de los ojos de la portavoz y Pablo Iglesias salió a la tribuna para decir hasta aquí.

Lo manifestado por el portavoz del PP está fuera de lugar porque supone airear en el Parlamento la existencia de una relación personal que, aunque conocida por todos, nada tiene que ver con el debate político. Dicho lo cual, me sorprenden algunas cosas.

Lo primero, que en la bancada y en el Twitter de Podemos diera la sensación de que sólo Irene Montero era la aludida, y de ahí las acusaciones de machismo y el berrinche. Entiendo que el mismo derecho a preservar la privacidad la tienen los dos miembros de la pareja. 

Por otra parte, nadie se escandalizó en Podemos aquella vez que Iglesias, en medio de una rueda de prensa, recibió la pregunta de la periodista Ana Romero con este comentario sexista: "Precioso abrigo de piel el que trae usted". Tampoco cuando, en el debate de investidura de Pedro Sánchez, le cedió su sofá a la diputada del PP Andrea Levy para que tuviera un encuentro con Miguel Vila: "No está entre mis funciones de presidente del grupo controlar la virtud de mis diputados, así que si quieren conocerse pongo a disposición mi despacho".

Es llamativo, por último, que quien acaba de despellejar a medio Parlamento con expresiones como facha, sinvergüenza, mentiroso, ladrón, franquista, corrupto o iletrado demuestre un súbito ataque de sensibilidad. Pero ya digo que el cerebro nos juega malas pasadas.