Afirma Tatiana Bilbao, la gran arquitecta mexicana, que el fin hoy “no es aparecer en la enciclopedia, sino en la lista Forbes”. Puede ser que se trate de un objetivo común, pero no por eso menos erróneo. Debería existir un ránking de los individuos más felices del mundo, elaborado tal vez en Bután, donde tanto aprecian esa idea, y esa sí que sería la lista en la que todos quisiéramos aparecer.

Que el dinero no trae la felicidad solo lo saben quienes tienen la suerte de tenerlo en cantidades suficientes para permitirse no darle trascendencia, pero debe de ser cierto. Así que aparecer entre los elegidos según Forbes en absoluto garantiza un puesto en la compilación importante, la de Timbu.

Francisco Luzón, uno de los artífices de la transformación de la banca en España, acumuló durante décadas una gran notoriedad por su trabajo como economista; hasta el punto de que, tras numerosos logros profesionales, obtuvo la Medalla de Oro del Mérito al Trabajo en 2011 y, dos años después, un diagnóstico aterrador: Esclerosis Lateral Amiotrófica. Entre una y otra circunstancia tuvo una amarga pugna con Emilio Botín, para quien trabajaba. “Demasiado sacrificio y demasiado empeño durante 60 años”, se lamenta en su libro recientemente publicado.

Sacrificarte, empeñarte, luchar. Una y otra vez. Un día y el siguiente. Eso no causa necesariamente felicidad. Pero Luzón sigue en la lucha, aunque ya no pelea por su banco, sino por sí mismo. Para seguir vivo cada día, aunque las condiciones en las que combate se hayan deteriorado profunda y cruelmente.

El viaje es la recompensa. Así titula Luzón su historia, ahora más disponible y cercana en la Feria del Libro de Madrid. El ejecutivo, que recibió 65 millones de euros al jubilarse, 20 meses antes de que apareciera la ELA, probablemente ingresaría de forma automática en la lista butanesa si pudiera caminar, hablar, o acariciar. Cosas que hacemos todos -o casi todos-, sin darle importancia alguna.

De viaje está siempre Lolota, que relata ahora sus experiencias en París. La niña de 8 años que cree que aparenta 9 sería un fijo en la lista de personas más felices del mundo. Pero claro: ella viaja y escribe: ¿hay algo mejor que eso? Comparte editorial, Kailas, y caseta, la 171, con el Nobel chino Mo Yan, que publica una obra inédita en castellano, El mapa del tesoro escondido que, como le gustaría hacer a Luzón, acaricia todos los sentidos, incluso los más ocultos, de sus rigurosos lectores.

El autor de Shandong, exquisito como pocos, sin embargo no congrega masas, como hacen los youtubers. A Mo Yan seguro que eso le parece del todo irrelevante. Pero la indignación de algunos escritores renombrados, hambrientos de seguidores y con el ego debilitado al ver las colas de aduladores de LunaDangelis o de Jordi Wild, resulta evidente.

Pero qué se le va a hacer, si el mundo cambia. Si algún día lo tuvo, ya no tiene sentido presentar una obra literaria en la Biblioteca Nacional, y cada vez lo tiene más seducir con irrelevancias a través de un canal de internet a un público entregado y dócil.

Aunque claro, también depende de cuál sea el objetivo que se persiga. El que menciona Tatiana Bilbao es una opción. Aparecer en la lista imaginaria de Bután es otro, tal vez su opuesto. Pero, puestos a elegir, quién sabe, con esfuerzo tal vez se pueda hacer a ambos compatibles.