Miraba el otro día Amigas y Conocidas ¡Que no cunda el pánico de los snobs! ¡Que no ardan las redes! Y tampoco me voy a disculpar diciendo que lo escuchaba en el bar así como por casualidad mientras tomaba unas cañas con los amigotes. Veía el programa en mi casa, en mi cocina, mientras echaba el puñadito justo de arroz al caldito de pollo. Me puse la tele y estaban las amigas y conocidas sentadas en su mesa de media luna hablando de primeras citas amorosas. Subí el volumen corriendo para enterarme, pero se me disparó el mando, se cayó y la casa retumbó como si estuviera en primera fila del Viña Rock. Volví a bajar la tecla y las dejé mudas. Allí estaba Inés y sus chicas vocalizando como Myriam Díaz Aroca en Tacones Lejanos. Cuando por fin acerté con el volumen correcto, habían cerrado el tema. ¡Mierda! Lo último que escuché es a Isabel San Sebastián asegurar que ya no está para enamorarse (sic). Me quedé en un ay. Pobre. El resto rompió a reír y en un tris cambiaron de tema.

Resulta que Eugenia de Irujo (un Martínez en medio debe hacerla muy mortal) se ha enamorado. Otra vez, dicen así por lo bajini. El rótulo me mató: “Por fin ha dicho adiós a la soltería”. Habría llamado al director, pero contuve. Me dije: déjate, que eres espectador y el programa no es de canciones dedicadas. Además, la Villacastín me cae muy bien.

¿Cómo que “por fin”?, pensé. ¿Significa que la soltería es mala? A lo mejor la duquesita estaba encantada sin trajines, libre y fresquísima por la vida. Me identifico con el rictus que pone la San Sebastián, que es muy vasca y muy rotunda. Al muchacho enamorado le llaman “chico normal” que es una forma figurada de llamar feo. Si llega a ser un pibón estaban las amigas pasando de Eugenia y soltando piropos del menda. Pero el novio no da para mucho cumplido.

En fin, que la digresión me pierde en perorata. Y voy a ser claro. “Salir de la soltería”, “abandonar la soledad” y, la peor, “ha rehecho su vida” son expresiones a pulverizar. Reventemos el lenguaje que estrecha mentes. Fin. Extinción. Bombardeemos los tópicos. No más.

Veamos. La soledad no buscada es mala, lo decía Antonio Gala en cualquiera de sus novelas. Pero la otra soledad, la voluntaria, la libertad, la elegida, la cama para uno solo, la cena improvisada, descalzarse al entrar en casa, el armario para ti enterito, el fin de semana en Roma y la aventura sexual cuando te viene en gana es una maravilla. Ma-ra-vi-lla. No estamos obligados a rehacer nada porque venimos hechos desde pequeñitos.

Mientras las amigas y conocidas pasaron a hablar de los alquileres, pensé que conozco a muchas parejas que se aburren como ostras, algunas que las salva el móvil en la cena, los que están hasta el pirri y no saben cómo salir del laberinto, los que no sienten ni pena ni gloria cuando se tumban en el sofá, los que se tocan como si deshuesaran la pechuga, los que ponen una peli por poner algo y los que sólo levantan la copa en Nochevieja. Hay de todo. También hay gente enamorada y feliz. ¡Viva! Bienaventurada la gente feliz. Que no quiero parecer envidioso. Bienaventurada la gente feliz sola o en pareja. Pero, amigos (y conocidos), dejemos de identificar a la gente soltera como gente solitaria, triste, afligida, doliente, vacía y revenida que busca desesperadamente. No siempre estar soltero es estar en un casting de Gestmusic. Cuánto daño ha hecho la copla.

Pd.: escribo este folio desde Roma. Voy a echar una monedita en la Fontana para volver. O dos, por si acaso me toca “rehacer”.