Las primarias socialistas que han enfrentado a Díaz, Sánchez y López han generado la peor prosa política de la historia del PSOE. Díaz, Sánchez y en menor medida López quedaron encerrados desde el primer día en un discurso circular que era puro anhelo de poder.

Es probable que el propio sistema de primarias aboque irremediablemente a la pobreza discursiva. Los candidatos masturban al militante con mensajes de una complacencia obscena, todo termina convertido en una exaltación impúdica y sectaria del partido, en un ‘cómo no te voy a querer’ compulsivo y tribunero.

Es imposible que en unas primarias los dirigentes socialistas puedan reflexionar con sinceridad sobre la cadena de responsabilidades que llevaron a la Secretaría General del PSOE a esa fosa abisal de la política que es Pedro Sánchez. Y esa debiera ser hoy la única materia de reflexión del socialismo.

La redención requiere de su liturgia y sería preciso que los propios dirigentes se inculparan en pública confesión, empezando por una de las primeras culpables de esta decadencia: Susana Díaz. También obligaría a poner a la militancia frente al espejo, pues la militancia se ha dejado seducir por la adulación, que es el señuelo más degradante en el que puede caer una presa. La adulación es un insulto a la inteligencia, de ahí que me sorprenda la pasión con la que asiste el militante al cortejo impúdico de los actos del partido.

Pedro Sánchez tiene el aliento de una masiva representación de la militancia, que se ha divorciado del PSOE de siempre y que guarda un rencor eterno a los líderes que han contribuido a destruir la siglas y que ahora se proponen como la solución para reconstruirlas. Esta es la realidad contra la que se van estampar las promesas de integración y reconciliación del día después de la batalla. Una realidad agravada por la proximidad de una segunda vuelta, la amenaza de una revancha que latirá en el interior del partido hasta que se celebren las primarias que elegirán al candidato a las elecciones generales.

No ha habido nada alentador en esta guerra civil que ha desangrado a la formación. Lo que menos, un debate que ha desnudado la pobreza discursiva del socialismo realmente existente, estos tres candidatos que ni siquiera se han atrevido a plantear las razones por las que un partido al que califican de tóxico, infame y manzana podrida arrasa en las urnas a esa especie de congregación celestial que ellos ven -o nos quieren hacer ver- en el PSOE.