El domingo pasado, 23 de abril, coincidiendo con el Día del Libro (y con las elecciones francesas…), regresó a TVE el programa Libros con Uasabi, dirigido y presentado por Fernando Sánchez Dragó y copresentado por Ayanta Barilli, Elia González y quien esto firma. A salto de unas cuantas matas y de unas cuantas temporadas (ya van tres), contando siempre con el indesmayable apoyo de la Obra Social la Caixa. Los domingos a la una en la Dos, el Uasabi Team vive y ve volver.

Dijo una vez Barack Obama con toda la razón (hasta a él le ocurre alguna vez…) que una de las cosas buenas de tener hijos es que te mantienen en contacto con lo obvio. Ejemplo. Cuando a un Obama recién presidente de EE.UU., todavía con el Salón Oval lleno de cajas de Ikea, van y le dan el Premio Nobel de la Paz, sus dos hijas adolescentes le despertaron al grito de: “Es genial, tenemos fin de semana largo, tres días sin cole, nos han regalado un perro ¡y a ti te van a dar el Premio Nobel, papi!”. Todo por este sensato orden.

Mi hija, que es como mínimo tan lista como las de Obama, me dijo un día después de deglutir unos cuantos Uasabis por la tele: “Mami, se nota que tú eres feliz haciendo este programa porque te dejan hablar de libros, que te gusta mucho más que hablar de política…”. Demonio de cría prodigio. Sólo un matiz, Nora: no es que a mami no le guste hablar de política. Es que le gustaría poder hablar de ella más a menudo con el sosiego, la profundidad y la libertad con las que, por lo que sea, sólo es posible hablar de libros.

Se debe eso en parte a que la política interesa a mucha buena gente, pero también a alguna mala, mientras que los libros, que como su propio nombre indica hay que leerlos, espantan a cierto tipo de cafres como la sopa de ajo a los vampiros. Sólo así se entiende que el mundo sea como es y vaya como va. Porque, estando como está todo, absolutamente todo en los libros, cuesta y duele admitir qué necesidad hay de volver a tropezar tanto con las mismas piedras mil veces leídas y escritas.

Si todo está en los libros, ¿cómo es posible que una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, se repitan los mismos crímenes y los mismos castigos, haya que abandonar una y otra vez toda esperanza, acabe una y otra vez mal lo que ya deberíamos ser lo bastante sabios como para hacer acabar mejor?

Llego casi al fondo del artículo y todavía no he hablado de Francia. Lo hago ahora para recomendar la lectura o relectura de Sumisión, de Michel Houellebecq. Allí se pronostica una victoria en las urnas del Front National. Para impedir tal gobierno, los socialistas de toda la vida, o lo que queda de ellos, se alían con los… ¡islamistas! Se ufanan encima de tenerles controlados porque no les han dado ninguna cartera clave. Los muy bobos no han pedido Economía ni Defensa, sólo Educación. En cuestión de meses no queda una mujer dando clase en la Sorbona. Ni una que vaya a clase sin velar. A los profesores laicos se les tienta con la posibilidad de tener tres y hasta cuatro jóvenes esposas. Todo estaba en algún libro desde el principio. O lo estará al final. Acuérdense de leer antes de pensar. Y de enfrentarse a lo que nos espera.