Según un estudio realizado por una marca de preservativos, las tres Comunidades Autónomas que encabezan la lista de mayor actividad sexual son La Rioja (125 veces al año), las Islas Canarias (100) y Cataluña (92). Sin embargo, en la valoración como amantes, los riojanos están muy por debajo de los andaluces, cuya media de encuentros anuales es por lo demás bastante discreta. Otro asunto en que cantidad y calidad no coinciden, de lo cual me alegro.

No hay que olvidar, pues, que “menos es más” también en lo relacionado con la sexualidad. Está demostrado que la mayoría de las mujeres prefieren un pene bien gobernado a uno de generosas dimensiones. Y para los muchos hombres heterosexuales que andan preocupados con el número de orgasmos alcanzados por su pareja, una buena noticia: tampoco es necesario llegar al clímax cincuenta veces a lo largo de un encuentro sexual. Un único orgasmo resulta muy satisfactorio, ya que hasta el placer en demasía acaba aburriendo, como todo. Y de este modo podríamos ir desbaratando todas las prácticas excesivas que nos ha impuesto la moda en esta hipersexualizada sociedad: el squirting generalizado, las salvajes felaciones, el sadomasoquismo obligatorio. ¿No os parece un gran alivio no tener que ser ni multiorgásmicas (ellas), ni dueños de un espectacular miembro viril (ellos), ni andar por ahí con un collarín de cuero y tachuelas, para demostrar que somos lo más? Mejor dejemos de contar y medir, que ya está bien.

Otra encuesta afirma que en España solemos fornicar en la cama, aunque la fantasía más extendida sea la de mantener un encuentro rápido y apasionado en la playa, el probador de una tienda o un ascensor. Hay quienes fardan en redes de hacerlo aquí y allá, pero los medios de transporte se llevan la palma. ¿De verdad nunca lo has hecho en el vagón del metro, en un autocar o en el minúsculo aseo de un avión? Pues ya estás tardando, que si eres de aquellos que no atesora una colección de polvos inolvidables en lugares inverosímiles, enseguida te tildaran de sosainas o, lo que es peor, de "vainilla".

En este mundo de tragaldabas, de gentes que degluten sin masticar cualquier cosa que se les ponga por delante, ya sea la comida, la cultura, el arte o el sexo, es preferible el ayuno consciente al atracón inconsciente y compulsivo. Vivimos sujetos a cuentas de lo más absurdas. Entre el número de likes, de amigos, de seguidores, de goles, coches, medidas, amantes, orgasmos, de polvos en aviones y parques zoológicos, de móviles, contraseñas, pins y pucks, de penes y panes y peces y de unos y ceros en la cuenta corriente, parece que estemos persiguiendo la plusmarca mundial de naderías terrenales y de indulgencias para el más allá. Aunque sospecho que, en el dudoso caso de que podamos llevarnos semejante cúmulo de méritos y tesoros al otro barrio, nadie, ni siquiera Dios, nos aplaudirá por ello.