Sanidad ha comenzado una campaña para informar sobre las modernas maneras de violentar al prójimo y prevenir contra ellas. Advierte, por ejemplo, de que el control del móvil por parte de la pareja es violencia "digital" de género, a saber: acosar o espiar a la pareja a través del teléfono, censurar fotos que publica y comparte en Instagram, controlar con quién se comunica, qué hace o qué deja de hacer a través de Facebook, exigir que demuestre dónde está con su geolocalización, pretender que comparta sus claves personales, enfadarse por no responder de modo inmediato a cualquiera de sus mensajes, o aún peor, desactivar en WhatsApp la confirmación de lectura y la hora de conexión "porque algo tendrás que ocultar". Es decir, vigilar todos los movimientos del ser amado.

Mientras diversas plataformas se afanan en difundir los valores de libertad y autonomía para un uso adecuado de las redes sociales y otros artefactos duros o blandos, la Policía Nacional detiene en Mérida a un hombre de 50 años recién separado, por haberle instalado a su exmujer 18 aplicaciones en su móvil con el objetivo de espiarla. Lo sabía todo de ella: llamadas, fotografías, vídeos, mensajes. Al maltratador lo han detenido por un delito de revelación de secretos y otro de violencia de género, a pesar de que el uso de estas apps esté permitido.

Repasemos algunas de las aplicaciones a las que cualquiera puede tener acceso, aunque sea para bien...

Swipebuster: ideal para saber si tu dulce mitad utiliza Tinder sin necesidad de mirar siquiera su teléfono. Por menos de 5 euros escanea toda la base de datos del servicio.

FlexiSpy: por tan sólo 300 euros al año puedes hacerte con su versión más completa, por algo llamada extreme, que incluye escucha y grabación de cualquier llamada y el hackeo sistemático de contraseñas.

Mspy: ofrece un software que permite grabar cada llamada y ver cada correo electrónico, app, foto o mensaje.

AmorTracker: para aquellas parejas que confían tan poco el uno en el otro, que consensúan poder acceder de manera gratuita a todos los dispositivos de su media naranja. Sirva como muestra uno de los eslogan que utilizan: “Si estás en una relación estable, al cargo de un menor o dirigiendo a un empleado, tienes derecho a saberlo. Descubre la verdad. Espía su teléfono”. ¡Acabáramos! ¿Esto también se usa con los hijos adolescentes? ¿No era que había que educarlos, y de paso educarnos, para dar buen ejemplo?

Pertenezco a ese tipo de personas que prefiere no saber nada de nadie que no se cuente de un modo voluntario, independientemente de que sea mi marido, mi prole o mis compañeros de trabajo. Cada vez que veo a padres que controlan los uasaps de sus hijos “por su bien”, a chavales abducidos por el gran mentidero de insultos y vejaciones de las redes sociales, a hombres y a mujeres que buscan en los correos la prueba de quién sabe qué traiciones inconfesables, me recorre un escalofrío por el espinazo. No es de extrañar que en esta época de nueva y santa (santísima) inquisición, los amantes lastren los puentes de candados de hierro como símbolo de amor eterno, para luego tirar la llave al agua y que nadie la encuentre. Y así unidos, esposados, amordazados, muy bien casados, puedan presumir con honorable orgullo de una relación inquebrantable e irreprochable.