Decía el sábado el diario Público que si los fachas de los viejos no votasen, Unidos Podemos ganaría con meridiana claridad las elecciones generales. En realidad, Público no decía “los fachas de los viejos” sino “los jubilados”, pero yo hace años que sé leer entre líneas. 
Es una información llamativa. En primer lugar porque es de suponer que el redactor del texto alberga la esperanza de llegar algún día a viejo y con el derecho al voto intacto. Así que a santo de qué lo de ir dando ideas por ahí. En segundo lugar porque puestos a hacer cábalas también sería interesante saber qué ocurriría con los partidos independentistas en Cataluña si no votaran aquellos que montan la mayonesa con ajo pero sin huevo, o con Unidos Podemos si no votaran los hijos de los grandes ejecutivos bancarios de este país, o con el PSOE si no votaran los Biris.
Ocurrió algo similar con las pasadas elecciones presidenciales estadounidenses. “Prepárate, Donald Trump, porque los jóvenes hemos votado masivamente por Hillary Clinton y tus votantes son viejos y tienen un pie en la tumba”. Eso decían aquellos inocentes que creen que seguirán votando al mismo partido cuando en vez de vivir de los ahorros de sus padres empiecen a vivir de su propio trabajo, cambiar pañales, cumplimentar declaraciones de la renta, pagar las cuotas de la hipoteca y, en fin, comportarse como un adulto y no como un adolescente de los que creen que las neveras se autoabastecen de yogures como por arte de magia. Sabido es que a partir de cierta edad a uno se le empieza a poner cara de la edad que tiene. Ocurre lo mismo con el cerebro. 
Es un infantilismo, ese, bastante desinformado también. Porque la pirámide poblacional en los países occidentales, los únicos en los que merece la pena vivir una vez superada la edad del pavo, está más invertida que la ideología de los niños bien que votan comunismo. Así que, dando por buena la teoría de que los viejos votan facha y los jóvenes socialismo, nos esperan décadas enteras de cada vez mayores mayorías absolutas derechistas. Si yo fuera ellos rezaría fuerte para que su teoría no sea cierta. Porque como lo sea vamos a chupar todos misa diaria obligatoria hasta que las ranas críen pelo. 
La cosa, en fin, es que no se puede tener siempre doce años. Físicos, al menos. Los mentales ya son harina de otro costal y sabido es que existen individuos que han logrado la hazaña de morir septuagenarios en el DNI pero doceañistas en el cociente intelectual sin que décadas de socialización con otros seres humanos hayan logrado obligarles a desmontar de la tabla de skate que tienen por cerebelo.
En fin. Convendría que estos fanáticos de La fuga de Logan dejaran de manosear a los viejos y de amenazarles con la pérdida del derecho al voto. Derecho que se han ganado aunque sólo por la insistencia en eso de sobrevivir hasta que el cuerpo aguante. 
Y ya de paso que dejen también de manosear a los “niños” en los trenes.