"Cada uno se escurre como puede". La frase es mía, pero inspirada en la famosa máxima de Camilo José Cela. Tan inspirada que he cambiado el reflexivo verbo "correr" por el "escurrir", y así lo que perdemos de casticismo lo ganamos de actualidad, de urbanidad y de buenos modales. Y sí, aquí "cada uno se escurre como puede"; sólo hay que ver la portada del periódico para darse cuenta de que somos física, química y picaresca, que diría el otro. Y lo mismo Rajoy que Millet: lo mismo el patriarca de los simpas que parte de ese gremio menestral -e impagable- de los extesoreros. Porque de la saga/boda/fuga de los simpas a la boda de la niña de Millet discurre el mismo país, la misma gente. Gente ni buena ni mala, que cualquiera sucumbe a la tentación de un bautizo por la cara o a una mordida de las que hacen país. En un sitio, en esos ventorros de comuniones impagadas, la cosa huele a Pachuli y a cubata sin hielo -como bien nos contó Cedeira en este periódico-, y en otro, en el Palau, a Chanel nº 5 en el foulard. Pero da lo mismo: todos venimos del mismo sitio y hemos venido a este mundo a eso. A apadrinar a un tesorero, a robar hasta que las fuerzas nos lo permitan, a saltar en un balcón en Génova 13 o asaltar una autonomía como el Dioni con el furgón, pero a la callada y con banderitas.

Sostuvo el miércoles Millet que se vivía fetén en aquellos años y en aquella Cataluña, cuando los charnegos (Espanya) les robaban a los próceres, pero los próceres.cat tenían dinero para hacer una calçotada en mitad del Índico, o en lo alto del Aneto, y poco pensaban en eso de las urnitas de cartón.

Sostuvo Millet, miércoles 8, 11 de la mañana aprox., que "se autoconcedió unos bonus, unos incentivos", como quien le mete anís al carajillo para espabilarse. Una autoyuda. Sostuvo Millet muchas cosas que explican el catalanismo contemporáneo en relación al "caso Palau". De otras se olvidó, que la desmemoria es selectiva según vaya la película y apriete la Fiscalía.

Era miércoles cuando Millet tiró de la manta, cuando Rajoy le dijo a Rivera que lo de la Caja B del PP se puede discutir donde sea y en positivo: en el Senado, en una cafetería setentera, o en el kilómetro 38 de la Carretera de La Coruña. Cuando a Brey le abrieron los truenos de la minoría.

Y Millet cantaba su canción desesperada.