María Dolores de Cospedal y Ana Mato son dos caras del PP. Perfectamente identificables dentro de la casa. Dos caras con sus respectivos cuerpos que se odian fraternalmente y que no se pueden ver ni en pintura, como bien saben todos sus compañeros de armas. Dos caras que se han visto unidas en universos paralelos en las últimas horas. Dos caras que se han repetido en los medios de comunicación en estos días, una por lo civil y la otra por lo criminal. Una cree que está en lo más alto del escalafón mientras la otra sobrevive en un tormento del que parece no poder escapar pese al paso del tiempo. Dos caras, un mismo partido.

La primera salió este domingo parcialmente victoriosa del congreso a la carta de su formación, pero marcada por el juego sucio y el navajeo practicado durante el fin de semana y los días previos. Y la segunda escapó como pudo este lunes del fiscal de Gürtel cuando éste la interrogaba por el Jaguar que su entonces marido tenía escondido debajo de la alfombra en el garaje familiar y que ella no debió llegar a ver nunca; por las vacaciones gratis total que jamás tuvo el mal gusto de preguntar si tenía o no que pagar; por el castillo hinchable para el cumple de su hijo y cuya hipotética factura desapareció de su memoria como por sortilegio y hasta por los globitos, los payasos y el catering de la comunión de su hija que no descarta que fueran abonados con un dinero caído directamente del cielo. La sufrida nunca supo de qué le hablaba ese señor de negro tan antipático.

No sé si María Dolores de Cospedal, todavía secretaria general del Partido Popular además de ministra de Defensa, sigue siendo lo primero y lo segundo gracias al ojímetro asambleario perpetrado el pasado viernes, según denuncia su compañero de partido Risueño. Insisto en que no tengo ni idea de si hubo tongo o no lo hubo. Pero no sería de extrañar por dos motivos: el primero porque los aparatos de los partidos tienen armas de sobra para subvertir la realidad a su antojo y necesidad; y el segundo por su pasado historial de trilera ilustrada al pagar finiquitos en diferido además de despacho, secretaria y chofer a antiguos compañeros que para más inri además ya no trabajaban para el partido, sin olvidarnos de otras bolitas que bajo su cubilete han aparecido y desaparecido del tapete sin dejar huella.

Tampoco me queda claro si la que fuera ministra de Sanidad, para suplicio de los enfermos españoles de la época y de aquellos que pudieran llegar a estarlo, y ex del también procesado Jesús Sepúlveda, que fuera alcalde popular de Pozuelo de Alarcón, es tan ignorante como le hizo ver al Ministerio Público o si simplemente se lo hacía amparándose en la práctica de un infanta Cristina, como muy bien tituló este periódico, y que se caracteriza por no saber absolutamente nada de nada. Me inclino por lo segundo porque nadie es tan/tan como ella dio a entender.

En cierta ocasión, María Dolores de Cospedal declaró que vivía “escandalizada” y “avergonzada” por los casos de corrupción que afectaban a su partido. Y se rasgó las vestiduras y pidió perdón como si tal acto pusiera fin a la asunción de cualquier otro tipo de responsabilidades políticas por parte de ella y del PP. Pido perdón y aquí paz y después gloria. Hace ya más de tres años de semejante arrebato de sinceridad y la vergüenza y el escándalo la deben perseguir todavía de forma machacona porque no ha habido mes desde entonces –de verdad que no lo ha habido y les invito a que miren la hemeroteca– en el que la palabra corrupción no apareciera nuevamente relacionada con su partido, con sus dirigentes o con ambos. Y que nadie se olvide de que la bolita todavía continúa encima de la mesa, que no ha parado de rodar, de cubilete en cubilete, y que este martes entraron tres peperos en el trullo y no serán los últimos que lo hagan.

No deja de ser significativo que Mariano Rajoy le haya permitido a Cospedal lo que no permitió a Mato, que meses después de llegar al Ministerio de Sanidad tuvo que abandonar su virreinato al frente de la Vicesecretaría de Organización del partido. También es verdad que nunca hubiera llegado a aterrorizar a la sanidad pública española si no fuera porque su enemistad con la secretaria general de entonces y de ahora hacía inviable la cohabitación de ambas en Génova 13, y hubo que buscarle una salida digna a una mujer que tanto había hecho por el partido. Como salida digna y muy bien remunerada le buscó el buen Mariano en Bruselas cuando Gürtel le cayó con estrépito en la cabeza por culpa de un mal marido que no le contaba nada.

Ahora, con apenas 48 horas de diferencia, una casi toca el cielo y la otra, que lo tuvo al alcance de la mano, apenas puede sacar la cabeza del infierno. Dos caras, un mismo partido.