La Historia de las telecomunicaciones es ese suspiro de la Humanidad entre que Graham Bell patentó el cacharro y que Rajoy vendió como pudo a Trump su cortijo latinoché en conversación telefónica. Por medio pasaron teléfonos rojos, el Nokia con la serpiente y hasta el zapatófono grabador de cuando Fernández Díaz.

Y quizá la conversa del martes entre Trump y el Estafermo, entre Mr Trump y Brey, pudiera ser otro hito del atlantismo español: como la visita de Eisenhower, o esa mari de Rota -Cádiz- preñada por un marine mulato en aquellos años locos. Rajoy Brey le habló a Trump de "interlocución" con América Latina en su conjunto, pero es que esto de la interlocución sorprende en un señor como Rajoy, que desconoce las habilidades básicas del inglés, lingua franca hasta que Soraya se haga con el chino. También hay que destacar que, aproximadamente, Trump puede ubicar Madrid entre Tijuana y el Estrecho de Magallanes: lo mismo le da el Aconcagua que el cauce del Paraná. Lo evidente es que Rajoy no se puede traer a Donald Trump a Granada como hicimos con Clinton, que el fondo moro de la Alhambra le provocaría a Donald una urticaria cardiaca desde la aorta al flequillo, y la sanidad andaluza está como está.

Hoy, citar a Trump, mentarlo, es mover la ciénaga patria, que va en comanda multipartidista contra el Comandante en Jefe. Pronto salió el miércoles Mario Jiménez, que en la vida se vio "en tal aprieto" (o en tal gloria), a enmendarle la plana a Rajoy por la comunicación española con el gran jefe chuloplaya del mundo. Hasta Patxi López, soso de solemnidad, vacío camaleónico, alertó del peligro de tratar con "el tirano" Trump. Lo soltó en su blog y se quedó con silencio en los tendidos suyos, que están flojos.

Hoy sabemos que Trump es televisivo, que Rajoy es lo contrario: que donde no llega Melania llega Soraya en el nuevo orden mundial. A América no le queda sino entenderse con Celtiberia, por mucho que Mario Jiménez haya descubierto la geopolítica, tras tantas décadas a bocados en el armario cateto de las Juventudes susaneras.

El martes 7 de febrero fue el "Día D". Pasó que Donald Trump no pudo hacer a Mariano Rajoy "grande de nuevo"; quizá porque Rajoy nunca fue grande ni fue nuevo. Porque Rajoy es más de consentir, como la Hillary de otros tiempos pero en términos estrictamente políticos. Obvio.