Al abismo del año, por los Santos Inocentes, vienen los peperos y los podemos a encontrar la verdad del abuelo, que tanto Twitter genera burbujas y miasmas, y al final la red social no es tan representativa y los yayoflautas saltan a la yugular. Pasó todo al abismo del año, de este 2016 en que le pillamos el fallo a Podemos e Iglesias vio que la prepotencia refrenada es -al fin- más prepotencia y más pablismo.

Fue, todo, al final del año en que Pablo pidió perdón sin pedirlo y sin contrición verdadera a los ojos de Dios padre y de “la abuela de Podemos”. Pidió perdón leyendo unos folios tiesos y con un montaje de sus grandes éxitos por esos cosos de España. Cachuli puso "dientes, dientes" según consejo de la Pantoja en el Rocío. Y dientes pone Pablemos con ese perdón con el que se desternilla de todo y de todos, si bien de un tiempo a esta parte a Iglesias se lo come la jindama. El fondo del vídeo/perdón es el de una estantería de soltero, y sobre la estantería libros, y sobre el estante una botellita que no se sabe si es colutorio o ginebra.

El vídeo lleva la oratoria tontorrona del niño resabiado al que el escalafón empieza a correrse(le) y a corroerse(le). Iglesias nos habla con musiquilla de villancico bilioso.
Porque el año en que desmontamos a Podemos, como el año que Indurain se bajó de la bici, algunos maduraron a tenazón, a golpe y porrazo. Y el Podemos de hoy no es ni rastro de lo que fue; cuando las filas prietas apuntaban al Cielo.

Lo que hay es un podemismo estalinista que pasa por la mirada intensa de Iglesias, otro podemismo que camaleonea -Echenique el de la minga- y otro verde, amable, que antier le sacaba una teta al niño Dios, que hoy le cierra el coche a Madrid, y que es el de un Errejón que le ha cogido gustillo al registro parlamentario y a ese tranquilamente hablando que cantara el poeta.

La sonrisa de un país que no fue país ni fue sonrisa; quizá por junio sólo fueron los coros y danzas para mayor gloria de Rajoy, que no paga los favores prestados.

Podemos -diciembre del presente- es como la Navidad de las Campos: pasados, muertos y parentelas mezcladas por donde vuelan los cuchillos. Nos falta saber si la cuota Arrocet se la lleva Pedro Sánchez o Alberto Garzón. San Pablo le escribió la epístola desesperada a sus círculos y vimos ya el crepúsculo 3.0 de los dioses.

Perdonen la vergüenza...