El año que ahora concluye ha sido el más improductivo de la política española. Casi 300 días sin gobierno han provocado que la actividad parlamentaria haya sido mínima. Pues bien, tras prácticamente un año de parálisis los diputados tendrán 40 días de vacaciones por Navidad, más de cinco semanas, un periodo del que ni siquiera los escolares disfrutan.

Estas macro-vacaciones no son las primeras para los diputados ya que en Semana Santa gozaron de dos semanas de asueto sin haber formado gobierno. Entonces -a un mes de disolver las Cortes- cobraron seis meses de sueldo por dos de trabajo. Un privilegio económico y vacacional se mire por donde se mire que supone un agravio comparativo para el resto de los españoles.

El parón de la actividad parlamentaria, después de un año tan peculiar, supone un escarnio y un mal ejemplo que los políticos deberían corregir. Que después no se quejen si perciben poca simpatía por parte de los ciudadanos.