Leo, leo. ¿Qué lees? Una cosita: en este mismo rincón informatoso, sostiene Montero Glez, uno de los nuestros, en hiperlúcida interviú, que la mejor novela sobre la Guerra Civil la escribió un extranjero, Ernest Hemingway, y que lleva por título Por quién doblan las campanas. Dice que es la más grande, para su gusto.

Y no va a ser plan de llevar la contraria al colega. Aunque duela, y mucho, reconocer, castizamente, que le debamos a un guiri nobelizado la factura neta del novelón sobre nuestra Tunda Incivil. Papa Hem, ahí queda eso. Se come con Lays Gourmet Papa Hem el canon celtibérico y ahora resulta que es el único que ha sabido contarnos, de pepepé a papapá, nuestras numerosas miserias hazañosobélicas, antiheroicas, multivergonzosas y tacañamente sublimes.

Pensaba uno que a lo que vino a España Papa Heminguay fue a ver corretear a nuestras muchachadas delante de tres bragados Mihuras, a pimplarse -a cascoporro- siete añadas de Rioja, a pedir la vez para ejercer de eficaz plañidera en el sepelio de don Pío Baroja y a hacer tiempo hasta que le llegase la hora fatídica de endiñarse un rotundo balazo en el hígado, allá por julio de 1961.

Si de algo chungo adolece Por quién doblan las campanas es porque, en muchos párrafos de la misma, la cosa parece escrita de oídas. Por lo demás, parece correcto el criterio de Glez. Esto es España, y es muy lógico que nuestra refriega la acabase narrando un plumilla del mismo Illinois. Pero yo me quedo, si es cuestión de elegir, con los relatos completos del viejo Hem. “Vendo zapatos de bebé, sin usar” incluido.

Algunos siempre habíamos pensado que la gran novela sobre la Querella Patria era un chiste. De Miguel Gila. Ese que empieza diciendo: “¿Es el enemigo? ¿Ustedes podrían parar la guerra un momento? Que si pueden para la guerra un momento…” y que culmina en desternillante modo antimilitarista.

No han sabido aprovechar, al contrario que los peliculeros patrios, los renombrados novelistas de la prosa cipotuda ese filón para verracos brut nature que representa nuestro sangriento currículo.

Aunque, si hemos de hacer caso a la razón, esa gran novela sobre la Guerra Civil existe, se titula El diario de Hamlet García y la escribió en México D. F. un exiliado llamado Paulino Masip. Esto es España, repito, y tiene sentido que, en estos tiempos de Lomcemoribundia extrema, novela kleenex y ruizafonismo en aorta vena, ni dios haya leído la genialidad de Masip.

Y así nos va