Yuval Noah Harari, el especialista en historia medieval y escritor israelí, se pregunta, de forma categórica, si se puede vivir sin religión en su muy sugestivo éxito editorial Homo Deus, una breve historia del porvenir.

La respuesta no está del todo clara: ¿alguna vez lo ha hecho el ser humano? ¿En algún momento de la Historia nos hemos contentado con la vida terrenal? ¿Alguna vez nos hemos sometido a los designios de la más evidente realidad, plenamente concentrados en lo que ocurre y no absortos en lo que podría ocurrir, ajenos al ejercicio extraño, aunque tan común, de buscar una supervivencia posterior?

Si cientos de millones de personas consideran que de uno u otro modo nos ha creado un ser superior; si otros tantos imaginan que volveremos al lugar del que venimos cuando todo esto haya acabado; si no paramos de matarnos para defender que nuestro dios es mejor que el de los demás o, quizá peor, que los otros son unos impostores, ¿no resulta no sólo sencillo sino también sensato creer en la existencia de ese ser magnánimo a quien todo se lo debemos? ¿No es, en ese caso, razonable también someternos al vehículo que nos conduce hasta él, la religión?

Resulta especialmente difícil reflexionar y escribir sobre este concepto tan etéreo, o susceptible de serlo, sin caer en terrenos llenos de supuestas evidencias imposibles de corroborar o en acotaciones válidas solo para creyentes –unas-, o para ateos -las otras-. 

Sin embargo, este judío mizrají de padres libaneses y doctorado en Oxford, con esa mezcla tan poco habitual y tan atractiva de east meets west como baluarte, ha logrado, como ya hizo en Sapiens: Una breve historia de la humanidad, superar expectativas y afrontar el embarazoso universo de la religión -y de dios- mirando al fenómeno supranatural desde un lugar fresco y, por eso, muy poco transitado.

Ed Nawotka, el gran gurú norteamericano del mundo editorial, lamenta el descenso de calidad que está sufriendo el sector en el que es un experto, en su opinión por culpa de que a los grandes players –Amazon, Google, Apple…- no les interesa suficientemente ni el libro ni tampoco su contenido. No es el caso del libro de Harari: publicado por Debate, contenido, desde luego, no le falta. Si acaso, todo lo contrario.

Aunque las mejores conclusiones son las exclusivamente personales, se podría apurar que, si se desea, o si se lo impone uno mismo, se puede, sí, vivir sin religión. Y sin dios. A veces, sin embargo, no se puede vivir sin ti. Eso le sucede a Yasuo Takamatsu, de 56 años, a quien el tsunami de Japón de marzo de 2011 separó de su esposa, Yuko. Nadie la encontró.

Cinco años y medio después, Yasuo continúa buscándola. Él no sabía bucear, pero aprendió sólo “para encontrar a mi mujer en el fondo del mar”, explicó a Jennifer Percy del International New York Times.

Se ha lanzado al fondo de las aguas junto a la costa japonesa más de un centenar de veces, con inmersiones que duran entre 40 o 50 minutos, y ha encontrado de todo. De todo, pero no a su esposa. “Es muy difícil, sí, pero es lo único que puedo hacer. No tengo otra opción diferente a la de seguir buscándola. Me siento muy cerca de ella en el océano”, explica.

No importa lo que escriba Harari o lo que insinúe cualquier otro investigador: no hace ninguna falta que exista un dios superior. A veces, los humanos somos dioses.