Al Partido Popular y a Mariano Rajoy se les va a hacer muy larga la temporada otoño-invierno. Los días serán más cortos y las noches eternamente largas cuando lleguen en tromba las tarjetas black y la primera entrega del caso Gürtel. Porque las desgracias nunca llegan solas. La porquería acumulada durante demasiados años de poder corrupto e incontrolado les acabará aterrizando en plena jeta. Con contundencia pero también sin consecuencias.

España es el país en el que todo da igual y el PP, otrora el PSOE, se ha convertido en el partido al que los ciudadanos seguirán votando, lean lo que lean, sepan lo que sepan, tapándose la nariz y mirando para otro lado porque más vale chorizo conocido que ternasco por conocer. Así es nuestro estado de ánimo.

En cualquier otro país con una educación política básica, la lista interminable de fechorías de algunos dirigentes populares –suficiente para reescribir una nueva edición, actualizada y comentada, del Código Penal– bastaría para apartarlos de la vida pública. Aquí no; aquí no hay peaje que pagar, pecados que purgar o dinero que devolver. Aquí se perdona con tanta facilidad que avergüenza. Aquí se olvida con tanto descaro a la hora de ir a depositar el voto en la urna que invita a la reincidencia de unos y a la inmolación de otros.

Martes 13 en un PP que sobrevive pisando no se sabe si cadáveres que hablan o gatos negros que callan. Empezando por lo de Rita Barberá y su blindaje resquebrajado pero todavía en uso, que la hace bajarse en marcha del AVE a mitad camino para no alcanzar Madrid y regresar cuanto antes al lugar del delito. ¿Habrá dimitido ya cuando usted, querido lector, lea estas líneas? ¿La habrá echado su partido si ella no lo ha hecho todavía?

Y luego está lo de Bárcenas y su posible fumata blanca con aquellos a los que compraba con sobresueldos; Luis ha sido fuerte y ahora espera cobrar la recompensa por su fortaleza y, fundamentalmente, por su silencio; y no hay que olvidarse de su compañero de armas, Álvaro Lapuerta, y su demencia sobrevenida que le va a convertir, de aquí en adelante, en la coartada perfecta, en el Pedro de Toledo por excelencia de los desfalcos y tejemanejes populares. Y como colofón, Jaume Matas y sus ganas de rendirse y contarlo todo con tal de no volver al trullo. ¿Contará incluso quién le daba en Génova las órdenes por escrito sobre esta o aquella contratación?

Para acabar este infinito Martes 13 de pecados y pecadores, los representantes de las dos terceras partes del Congreso llamaban “mentirosos” a Rajoy y Guindos por el caso Soria y le pedían al ministro de Economía que se fuera a casa. ¡Vaya día!

Mariano Rajoy tiene al Gobierno en funciones y al PP prácticamente entre rejas. Y con tamaño y desolador panorama aún se preguntan él y otros como él por qué Pedro Sánchez y el PSOE no le dejan gobernar.