Durante todo el mes de julio me fui enterando de que el verano estaba siendo complicaíto con el tema del levante en Cádiz. Los que descansaron en julio regresaron echando pestes y los de la primera quincena de agosto acabaron desquiciados, quilla. Estrenarse en estas playas con una de esas debe de ser tela. Tienes una mísera semana de vacaciones, te alquilas un apartamento en Zahora y maldices a quien haga falta si no puedes pisar la playa. También los hay que no regresan jamás a Asturias porque esa misma semana les pilló con lluvia y tanto unos como otros si no vuelven, están apollardaos.

Adecuen sus flequillos dependiendo del viento que toque: Hacia la derecha, si es poniente; a la izquierda si pega levante. ¡Ay como no esté aún definío! En Cádiz se sale con la raya puesta y se vuelve con la madeja hecha. Olvídense de sombreros a menos que los aten a la quijada. Descubrirán quién es el vecino que también pasaba por allí porque un gaditano no pone platos de cerámica en su patio a menos que los incruste en ella y eso implica obra. Los platos que repiquetean día y noche a un tris de escapar de la alcayata son de otro de Madrid que los compró online dejándose guiar por la fotografía de un patio de Palma de Mallorca.

Casi seguro que pasar un día de playa en Cádiz es infinitamente más agradable cuando no hay Levante, pero esto no es Ibiza. Olvídense de toda la parafernalia a la que están acostumbrados referente a infraestructuras playeras o piscineras. Abran bien los ojos y fíjense en la Chari; en todas las playas de Cádiz siempre hay una Chari. Es esa señora que llegó arrastrando un carrito en el que lleva sin ningún esfuerzo la sombrilla de Unicaja, las sillas de aluminio, una buena mesa plegable y la nevera de corcho blanco repleta de viandas. Sentadicas sobre la arena mojada aguantan hasta ventoleras de 46 km por hora. Y háganme el favor de dejar las chanclas del revés sobre la arena si no quieren que queden sepultadas en el breve espacio de tiempo que se colocan; después no las encontrarán ni aunque lleven incrustado un GPS.

Díganme lo que quieran, cuéntenme lo que les brote, regreso a mi asfalto con escasas bajas: una cartera sin un duro ni documentación, un bolso que tenía más de diez años y un sujetador recién comprado que no entiendo dónde lo perdí. Ojalá que me lo hayan arrancado en cualquiera de esas playas, pisha… Los propios gaditanos cifran en un 30% las pérdidas originadas por el levantazo de este verano; si con todo esto el Selu no se hace una chirigota en la que me incluya será simplemente porque no estoy a la altura.

Habrá que regresar el año que viene y seguir intentándolo. Aun con Levantazo.