Juro que no lo hago a propósito pero por algún motivo que se me escapa, me gustan los elementos de distorsión capaces de ganarse a pulso este título. Si tienen la suerte de hacerse una ruta por los Pueblos Blancos que unen Málaga con Cádiz por el interior, paren en Júzcar, el pueblo de la serranía de Ronda que dejó de ser inmaculado el día que Sony Pictures lo convirtió en el primer Pueblo Pitufo del mundo. La historia seguro que la conocen: pintaron de azul todas las casas para promocionar en 3D una de las entregas de la película, situando en el Bajo Genal las aventuras de los personajes del belga Peyo. Enterito. Incluyendo iglesia, cementerio y consultorio de salud, estos dos últimos colindantes, lo cual imagino que ahorrará al médico eufemismos dando malas noticias: “Conforme salga de esta consulta, tuerza a la izquierda”. Y listo.

El pueblo entero parece sacado de los tebeos y dibujos animados. La afluencia de público se ha incrementado considerablemente desde que usaron nueve toneladas de pintura para dejar de ser un pueblo blanco. Llegan familias enteras de cualquier rincón del planeta, lo que obliga a los críos a entenderse hasta por señas si pretenden jugar en sus calles. Y ahora parece que ha llegado el momento de decidir qué hacer por culpa de un sol implacable devoracolores que obliga a repintarlo todo. Es la tercera vez que se ven en la tesitura. Y siempre lo deciden entre los vecinos censados. Hasta el mismísimo Andrés Iniesta promocionó Júzcar con la excusa del atrevimiento de Sony Pictures y hasta ahora en las urnas siempre arrasa el azul cian de los bichejos.

Ahora mismo el pueblo está a reventar entre vecinos, familiares y turistas. Apuesto a que cualquiera que apenas pase dos días en el pueblo, es capaz de dar su opinión al respecto. Los que tengan hijos pueden basar su discurso en la capacidad del pueblo para conquistar a sus infantes; los que somos retorcidos defenderíamos lo seductora que puede resultar una buena mácula. El caso es que distorsionaríamos con nuestros pareceres cualquier campaña electoral que aspire a basarse en criterios objetivos de beneficios y detrimentos del hecho en cuestión, en este caso el azul pitufo. Un pueblo capaz de convertir la parroquia de Santa Catalina en algo parecido a la casa de la Pitufita con tal de que la visiten, dudo mucho que le interese la opinión del primero que pasa. De ahí que sospeche que la votación tenga lugar bien entrado el otoño, cuando estén solos y hagan cuentas.

Qué suerte tienen en Júzcar decidiendo solitos sin que nadie les dé lecciones de lo que es mejor para ellos. Qué bueno que cualquiera de sus habitantes sepa de verdad la rentabilidad o riesgos que se corren cuando dejas de ser como el resto. Cualquiera diría que ésta es tierra de bandoleros, aunque es más que probable que estos no sean a los que todos los demás estamos acostumbrados.