Siempre me llamó la atención una foto de Fidel Castro tomada por Enrique Meneses, durante un descanso de la guerrilla y donde Fidel aparece echado sobre unos sacos, buscando acomodo para la lectura. Lleva gafas para ver de cerca y según se aprecia, el libro que tiene entre manos es de Karl Marx. También se puede apreciar la culata de su arma de fuego que asoma de la cartuchera, dispuesta a ser desenfundada ante el menor desafío.

La foto, vista con la distancia del tiempo, nos revela a un personaje en continua transformación de sí mismo y que se irá adaptando a las leyes mitológicas que regulan el inconsciente colectivo. En aquellos instantes, Fidel ya está poniendo en práctica la eternidad del héroe que se enfrenta a su propio destino. Lo hace para sobrevivir en la imaginación popular como modelo arquetípico.

Llegados aquí, uno no sabe si Fidel leyó a Marx o hizo que lo leía pero, tal y como vinieron las cosas, se puede asegurar que Fidel Castro no comprendió las lecturas marxianas. Ni El Capital ni los Manuscritos donde Marx señalaría la diferencia entre 'comunismo completo' y 'comunismo grosero'.

Porque el comunismo, interpretado a la manera de Fidel, niega por completo la personalidad del hombre y se convierte en la expresión lógica de la propiedad privada, una unidad muerta que subyuga y no libera. Aunque quiera aparentar lo contrario, el sistema político cubano poco o nada tiene que ver con el soplo del materialismo dialéctico que propone la filosofía de Marx. Fidel Castro es ejemplo de lo que sucede cuando la ideología se convierte en dogma y da lugar a un sistema político que se mantiene con el refuerzo policial y el fusilamiento de madrugada.

Por cosas así, el mito de Fidel se ha ido sombreando por versiones simétricas e invertidas de sí mismo. Aunque de todas las versiones haya sobrevivido la del héroe clásico que desafía a la Autoridad del Capital localizado en el Caribe, resulta vergonzoso para la izquierda asumir tal mito.

Los mitos están para eliminarlos y dejarlos reducidos a simple historia. Hay que darse cuenta de su peligrosidad en lo que respecta a la teoría política. Llegado el momento de realizar la práctica, los mitos permutan sus elementos y generan variantes hasta agotarse para luego resurgir bajo apariencias diferentes.

Mientras no transformemos las mitologías en historia, no se conseguirá el comunismo completo, me refiero al comunismo libertario. Ese es el verdadero desafío.