Está claro que la altura de miras no forma parte de su nomenclatura. Qué va. El covachuelista triunfante en una España anémica, esto es, Rajoy, sólo necesitó de una masa social suficiente en la indolencia, indolente en la suficiencia. A Mariano Rajoy sólo le vimos una vez firmeza, y fue cuando el célebre mensaje a Bárcenas (que no por recurrente, deja de ser fundamental en la charca en la que andamos). Quizá la Historia lo juzgará, pero en los libros de Historia siempre vienen a prescribir los rodrigos y las ritas, los luises y los dislates. Rajoy será un breve epígrafe entre la Expo y el segundo mundial de fútbol, pero a este pontevedrés le viene dando lo mismo. La Historia tampoco se acordará del sorayato ratonil, que se fraguó imponiendo la omertá en los televisores, en los plumillas y en las tertulias del mus. Si le piden modernidad a Rajoy, Rajoy saca el caballo ganador de la imprecisión; la última, la de los 16 bloques de su documento para negociar un nuevo rajoynato que lo corone como salvación nacional. Si a Rajoy le piden patria, se nos conchaba con los nacionalistas. Que Rajoy no entiende de grandezas ni sacrificios, y que esto lo veníamos sabiendo ya...

De modo que después de lo sufrido, después de mi alopecia prematura por algo de la anemia, Rajoy copia la musiquilla del Pacto del Abrazo. Claro que lo medio copia y lo recorta por donde puede, que aquí otro gallego también vendía modernidades y reformismos para seguir con la lucecita encendida en el Pardo; le bastaban con un cambio de sillas, un baile de lopeces y la sueca en Torremolinos. Claro que era otra España, y había familias y afanes a pesar de la época. Aquí la renovación de Rajoy es el rollo destroyer de Levy ahondando en el vacío, y la muchachita de Valladolid y el de Interior limpiándole las alfombras o las alforjas. Pero volvamos a esas 13 páginas que Rajoy presentó el miércoles a Sánchez y a Rivera, vendiendo yo no sé si inmolación o sacrificio o descojonándose de todo un país melonero.

A Rajoy todo le vale, aunque España sólo le valga como nación sostenedora de su puro imperturbable y mera extensión del sofá. Dijo Rajoy que no daba "por supuesto" que fuera a presentarse a la investidura. En éstas que Albert Rivera, joven, da muestras de estadista con ese harakiri que es "el canal de comunicación" abierto con Rajoy para los temas más urgentes. De todos modos, en esto de Rivera de ponerse al remango, de tragar lo tragable, se ve como a ese español que quiere "vivir y a vivir empieza" que cantara Machado. De Sánchez, lo esperable: marcar taleguilla en la enfermería y el traje dos tallas menos.

Quizá no haya renovación sin sacrificio. Quizá tras tanto tiempo, Brey se renueve, se haga una segunda transición, y se mantenga con un tuneo 'cuñado' en donde Pablo Motos.

Recordad aquel miércoles de agosto en que Brey abundó en su lema: "nadie dijo que esto iba a ser ni fácil ni rápido”. Como un parto malo, Mariano, como un parto malo...