¿Por qué será que cada vez que Rajoy repite eso de "Quiero gobernar, pido que se me deje gobernar, pido que no haya bloqueo..." sale del cajón de los recuerdos mi escena favorita de Amarcord que no es la de las tetas de la estanquera sino la del tío Teo subido a la copa del árbol y gritando como un descosido "¡Voglio una donnaaa...! ¡Voglio una donnaaa...!"?

Ilustración: Javier Muñoz

Ilustración: Javier Muñoz

Pues probablemente porque cuando se estrenó la película en el 73 hice mía la mirada perpleja del niño que camufla al propio Fellini. Mientras el resto de la familia se agita bajo la tupida copa del roble milenario especulando sobre los motivos del encaramado -"Es todo teatro, se hace el enfermo...", "se ha vuelto loco de verdad...", "para mí es normal que a su edad quiera una mujer..."- el niño se fija en lo incomprensible: si su tío quiere una mujer, qué diablos hace ahí arriba, en un lugar en el que no hay ninguna.

Es entonces cuando el hermano mayor aclara la situación sugiriendo, ante la ira de su padre, que podrían ir a por una putilla local llamada "la Volpina". O sea que no es simplemente que el tío Teo quiera una mujer, sino que lo que de verdad quiere es que le busquen, le traigan y le suban una mientras él la espera mano sobre mano, contemplando el paisaje entre los trinos de los pájaros.

Exactamente así es como Rajoy aguarda que le entreguen la investidura, a modo de tributo a su tozudez, ya que no a su carisma o sex-appeal. Sin bajar a la arena, sin mojarse el culo en el río donde están los peces, el líder del PP sigue ahí, subido a la parra -el refranero lo explica todo- esperando a que los medios de comunicación, el poder económico o el Rey convenzan a Pedro Sánchez de que le permita continuar en la Moncloa.

En su intervención del lunes ante la ejecutiva del PP, Rajoy descartó la gran coalición que hoy por hoy necesitaría España, descargando la responsabilidad en el PSOE con aire sentencioso: "Si no se quiere, no se quiere". Y es verdad que los socialistas siempre han estado formalmente cerrados a explorar ese camino, pero él tampoco ha hecho nada para hacerles cambiar de actitud con argumentos como los plasmados aquí en el discurso imaginario que hasta yo tendría que apoyar.

Rajoy descartó la gran coalición que hoy por hoy necesitaría España, descargando la responsabilidad en el PSOE con aire sentencioso: "Si no se quiere, no se quiere"

¿O acaso ha pasado horas y horas en reuniones discretas con Sánchez y otros dirigentes socialistas? ¿Acaso ha abierto, a falta de ello, canales de interlocución indirecta? ¿Acaso ha intercambiado documentos de trabajo, al margen del insípido vademecum de su propio programa, remitido al resto de partidos como quien cumple con total galbana una formalidad? El mero hecho de que ni siquiera haya sacado a la palestra la hipótesis de la reforma constitucional -principal justificación aritmética de la gran coalición- ya lo dice todo.

Tampoco puede decirse que Rajoy esté haciendo gran cosa por incorporar a Ciudadanos a ese "gobierno de amplia base parlamentaria" que dice buscar como segunda opción, lo cual no deja de ser una suerte desde la óptica de quienes creemos que Rivera jamás debe vincular su destino al de este zombie político. Ni la reforma electoral, ni la de la justicia o la de la financiación de los partidos están sobre la mesa y por la vía de la coacción mediática el jefe del PP no llegará a ningún sitio.

Si nos fijamos en el precedente de la negociación de la Mesa del Congreso, Rajoy tan sólo parece dispuesto a otorgar a Ciudadanos unas cuantas poltronas y, en el caso de que no se dejen seducir por ellas -que no se dejarán-, una especie de derecho de veto para depurar el gabinete de los personajes más tóxicos del PP, con tal de que la purga no le alcance a él mismo. Y a fuer de ser sinceros, ¿en qué se diferencia la relación de Cospedal con la corrupción de Génova 13 de la del propio Rajoy, sino en que las anotaciones de sobresueldos ilegales del presidente del partido abarcan muchos más años que las de la secretaria general?

¿En qué se diferencia la relación de Cospedal con la corrupción de Génova 13 de la del propio Rajoy?

En el fondo es el empecinamiento de Rajoy en que su candidatura sea incuestionable, para perpetuarse de paso en el PP mediante un congreso aclamatorio tan pronto como logre formar gobierno, lo que excluye esas fórmulas que darían estabilidad a la legislatura. Porque, tal y como explicó Albert Rivera en el seminario de El Escorial, sólo una agenda regeneracionista suturaría la brecha de la desafección pública hacia las instituciones y ese empeño no sería creíble bajo el liderazgo de quien ha encarnado el conformismo, cuando no la putrefacción. Parece lógico que si el PP sigue presionándole para que cambie la abstención por el "sí", el líder de Ciudadanos reabra en canal el debate en torno a la figura de Rajoy.

Porque Rajoy no sólo no está dispuesto a que le cambien a él, sino que ni siquiera quiere cambiar ni de programa ni de línea de conducta. Por eso ha vuelto la burra oportunista al trigo de los pactos secretos con los nacionalistas que ahora ya son abiertamente separatistas. Esquerra ha preferido por dos veces -Tardá y Rufián con el presidente, Junqueras con la vice y Montoro- la luz blanqueadora de la publicidad; la antigua Convergencia ha optado, como de costumbre, por las maniobras orquestales en la oscuridad. El caso es que al encaramado le han subido a la Volpina, pues no en vano en la política israelí se conoce como "partidos prostituta" a aquellos siempre dispuestos a venderse al mejor postor.

Todavía no sabemos si el mercadeo terminará en coyunda pero una y otra parte han comenzado a desnudarse e intercambiado algunas prendas como en esas modalidades de póquer orientadas a que al final todos terminen en pelotas: yo me quito la malversación del escrito del fiscal para que no vayáis a la cárcel; yo me quito los votos, ahí los tienes, en la elección de la Mesa para que puedas fardar de mayoría; yo me quito la legalidad del reglamento para que podáis tener grupo propio en el Congreso; yo me quito las prisas en el Parlament y aparco el debate sobre el referéndum unilateral para que el TC no nos coja in fraganti; yo me quito el veto a que podáis emitir deuda... y así sucesivamente hasta que el primer desnudo integral sea el de la decencia.

Por obsceno que parezca, esto es lo que está en marcha. ¿Para demostrarle al PSOE que existen otras alternativas de formar Gobierno que no pasan por su abstención? ¿Par dar celos a Ciudadanos y forzarle a pasar por la vicaría del "sí, quiero"? Cuesta imaginar a los separatistas haciendo presidente a aquel que lleva presentándose poco menos que como garantía unipersonal de la unidad de España, pero en la trayectoria de Rajoy ya hay las suficientes traiciones a su sedicente credo como para que resulte verosímil, en cambio, su aceptación.

Cuesta imaginar a los separatistas haciendo presidente a aquel que lleva presentándose poco menos que como garantía unipersonal de la unidad de España

¿Va el encaramado de farol en su apertura al separatismo? Eso es lo que creen los familiares del tío Teo cuando fingen abandonarle para que se baje del árbol. A eso juega probablemente el PSOE cuando se empeña en quitarse de en medio para que el PP se entienda con sus "aliados naturales". Pero el tío Teo responde a la estratagema a pedradas y se reafirma en sus trece: "¡Voglio una donnaaa...! ¡Voglio una donnaaa...!". El quiere una mujer, no importa cual, la que sea, de igual forma que Rajoy quiere ser investido como sea y por quien sea.

"¡Esto es un sainete!", clama aburrido uno de los familiares congregados bajo el árbol y nada más preciso podría decirse para definir el bloqueo de la política española, al cabo ya de siete meses de encaramamiento de Rajoy. ¿Qué hacer si esta próxima semana las posiciones se mantienen inamovibles y el líder del PP vuelve a jugar al escaqueo ante el rey?

En la película de Fellini la atribulada familia se pone en contacto con el manicomio que envía, junto al camión de los loqueros, a un personaje providencial que resolverá la crisis: la monja enana. Nunca se le ve la cara y eso acrecienta el impacto de su autoridad. Cual remedo de la Hormiga Atómica, la diminuta religiosa se dirige resuelta al pie del árbol, sube por la escalera de mano que otros intentaron utilizar en vano y en un pispás baja al tío Teo de su nube y lo deja en manos de los agentes de la casa. Ha bastado su comparecencia con hechuras de menina para que el áspero troglodita se haya trocado en dócil cervatillo. "¡Mamá, cómo manda la monja enana!", exclama fascinado el niño. Pues eso. Todos sabemos quién desempeña ese papel en la política española.