Opinión El merodeador

Merodeos

14 octubre, 2016 01:11

Carmena se viste de Robin Hood

El último proyecto anunciado por la alcaldesa de Madrid es crear una nueva tasa. Manuela Carmena está dispuesta a cobrar a los bancos por los cajeros automáticos y a destinar el dinero recaudado a gasto social. Se trata de una medida absolutamente populista. La asociación de ideas que pretende crear Manuela Carmena es clara: quita a quienes en el imaginario popular son los ricos para dárselo a los pobres. Una nueva Robin Hood.

Pero ni los bancos son lo que eran, al menos en España -no paran de cerrar oficinas por la caída de sus márgenes- ni serán sus accionistas los que acaben pagando este nuevo gravamen, sino sus impositores. Por esa parte, estamos ante un nuevo gesto de cara a la galería que sólo pretende satisfacer al electorado podemita.

Pero es que además, la medida es un fiasco, porque el dinero que se recaude por esta tasa no podrá destinarse, como promete la alcaldesa, a asuntos sociales. Tal y como informamos hoy en EL ESPAÑOL el Ayuntamiento de la capital tiene un techo de gasto limitado por el Ministerio de Hacienda que le impide aumentar sus partidas en cualquier área. Por todo ello, lo que plantea Carmena es, sencillamente, un fraude.

Un Nobel de Literatura que canta

Bob Dylan es el primer Premio Nobel de Literatura que no vamos a recordar con una estilográfica en la mano, sino sosteniendo una guitarra y soplando la armónica. Nadie puede poner en duda la contribución del cantautor norteamericano a la cultura, pero la Academia sueca desafina al otorgarle el galardón.

Al dar el Nobel a Dylan, los académicos buscan hacerse un selfie con uno de los iconos del siglo XX. Es el típico premio que supone más un autohomenaje de los organizadores que un reconocimiento al elegido. Pero además, la decisión del Comité sueco supone dar un bandazo en la trayectoria que ha venido marcando en esta categoría. El Nobel de Literatura servía para reconocer la obra de autores reconocidos a los que les faltaba un salto para triunfar entre el gran público. Para ellos el galardón era su trampolín definitivo.

Algunos podrán comparar el Nobel de Dylan con la concesión del premio a Churchill. Sin embargo, no es pertinente ya que el inglés sí que tenía una gran obra literaria a sus espaldas, al contrario que el norteamericano. En esta edición, el Nobel canta mucho.

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