Las imágenes que hoy publica EL ESPAÑOL de los homenajes que los etarras reciben tras salir de prisión deberían ser desterradas y no repetirse jamás. Esos honores públicos, que suponen una exaltación del terrorismo y una humillación para las víctimas, son la demostración palpable de que la sociedad vasca aún no ha pasado la página de ETA.

Es cierto que ya no hay secuestros ni asesinatos, pero una sociedad que se respeta a sí misma no puede consentir que se dé a los criminales consideración de héroes del pueblo. Muchos ciudadanos, bien por hartazgo o por evitarse problemas, prefieren mirar para otro lado. Pero las instituciones no pueden consentirlo, por Justicia y por respeto.

No es posible que, tal y como hoy mostramos, el secuestrador del empresario Emiliano Revilla se siente en el sillón del alcalde de su pueblo mientras se le agasaja como a un hombre insigne y respetable. Ese y otros episodios similares los ha recabado el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), y con ellos ha elaborado un informe que ha remitido a la ONU para denunciar la realidad que todavía hoy se vive en el País Vasco.

Lo cierto es que, pese al silencio oficial, se sigue exaltando la violencia, se continúa honrando a los etarras en las fiestas, se mantiene el hostigamiento a las Fuerzas de Seguridad y persisten los ataques a los monumentos de recuerdo a las víctimas. Eso equivale a justificar el crimen como medio para conseguir objetivos políticos, algo inconcebible en una democracia.