El Consejo de Estado Francés ha suspendido la prohibición de vestir el burkini impuesta en la localidad de Villeneuve-Loubet lo que anticipa el final del veto a esta prenda en una treintena de municipios de la costa gala. La polémica parece lejos de concluir pues el burkini, como el velo integral, supone no sólo una vestimenta identitaria sino también un símbolo de una religión y una cultura en la que prevalece el sometimiento de la mujer al varón.

Sin embargo, se trata de una buena resolución pues tan malo es forzar a alguien a llevar una determinado tipo de prenda como obligarle a quitársela. Derechos fundamentales como a la libertad individual, a la propia imagen y de credo han prevalecido sobre una proscripción asentada en argumentos falaces. Un burkini no entraña ningún riesgo para la seguridad ni supone un problema de higiene, así que nadie puede obligar a un mayor de edad a bañarse vestido de los pies a la cabeza.

Una sociedad libre no puede amparar escenas tan humillantes como la registrada recientemente en la playa de Niza cuando unos agentes del orden forzaron a una mujer a que se quitara el burkini. Con todo, la defensa de la libertad de las mujeres para llevar esta prenda debe ir aparejada con la defensa sin ambages a que la mujer pueda no llevarla.