Podemos, como todas las religiones, se ha construido sobre docenas de mitos reciclados procedentes de religiones más antiguas (el comunismo la principal de ellas) y unos pocos dogmas de fe nuevos. Mi preferido de esos dogmas novedosos es el de que Errejón es un intelectual.

Los intelectuales son como la pornografía: es difícil definirlos pero los reconoces cuando los tienes delante. Y cuando le lees a Errejón cosas como “Hay que saber leerlo para no caer en la melancolía ni en la espera (también llamada escucha). Una fuerza popular no repite, sino que crea” lo único que ves es a un licenciado de universidad pública española con poco más de media docena de lecturas mal digeridas a cuestas y una enorme facilidad para oscurecer las obviedades más banales con el objetivo de colárselas a otros universitarios mal leídos como él. Si la frase fuera una adivinanza yo respondería “la gallina”. Pero me temo que no van por ahí los tiros.

El mito de la intelectualidad del politólogo Errejón ha colado hasta el punto de que muchos lo ven como la hipotética salvación… del PSOE. Lo cual lo dice todo del estado de derrota intelectual en el que se encuentra sumido el partido socialista. A mí Errejón me recuerda a Robinho, Balotelli o Silva, jugadores sobrevalorados a los que sólo una combinación de borreguismo, publicidad de yogures y el ya tradicional mal gusto de las hordas futboleras convirtió en figuras. Que esa cháchara inane y rocambolesca propia de asamblea de escalera de facultad de politología pase por reflexión de calado intelectual invita a meditar sobre la poca exigencia del sistema educativo español.

Es ya un tópico que las ciencias pretenden hacer comprensible lo difícil mientras que las humanidades se obstinan en oscurecer lo simplón. Es la escuela anglosajona contra la continental. Es decir la afrancesada. Aquí en España, como buenos cabreros con complejos, la escuela que ha triunfado es la francesa porque es más aparente y florida. Más posturitas, para entendernos.

Es la escuela de las sentencias épicas que se digieren como quien mastica un ladrillo de tejar y que amontonan subordinadas hasta el punto de que antes de llegar a la mitad del recorrido ya andas preguntándote si habrá en internet espacio suficiente para el resto de la frase. Es la escuela del postmodernismo de Lacan, Derrida y demás vendemotos con ínfulas. Nunca es tarde para recordar el mayor zasca en forma de libro de la historia de la filosofía: Imposturas intelectuales, de Bricmont y Sokal. Y lo de “zasca” no lo digo por gusto sino para que me entiendan los millennials.


La frase de Errejón citada como ejemplo es, lisa y llanamente, infumable. Y cursi, pero ese es un segundo problema que merecería un artículo aparte. Lo realmente asombroso es que en el Twitter de Errejón puede verse a seguidores de Podemos contestar a la frase con toda la seriedad del mundo, como si estuvieran hablando de algo coherente.

—No hay que caer en la espera también llamada derrota.

—La espera es el primer paso de la derrota sintomática, camarada.

—Por supuesto: la creación es el primer paso de la acción victoriosa.

El teorema del politólogo podemita infinito dice que un Errejón pulsando teclas al azar durante un periodo de tiempo infinito acabará escribiendo en algún momento cualquier chiste de El Jueves. De ahí a que eso sirva, no ya para gobernar un país, sino para que te llamen intelectual, hay sin embargo un trecho.