El salvaje ataque terrorista reivindicado por el Estado Islámico en una iglesia de Saint-Étienne-du Rouvray que ha acabado con la vida de un sacerdote ha reabierto el debate de la seguridad nacional en Francia.

El presidente François Hollande ha condenado el "cobarde" asesinato y ha llamado "a la unidad y a la solidaridad de toda la nación". Un discurso muy parecido al del obispo de la región. Sin embargo, el tono conciliador del presidente de la República contrasta con el empleado por la oposición, que además de reprobar el atentado ha cuestionado la política antiterrorista del Ejecutivo y ha exigido más contundencia en la respuesta.

A medida que crece la violencia terrorista en Francia se va abriendo una fractura en el seno de la sociedad francesa. Y es que, desde marzo de 2012, la cifra de víctimas mortales que se ha cobrado el yihadismo en este país asciende a 243. Los atentados están dañando la credibilidad de Hollande y del actual gobierno socialista, y no hay que olvidar que hay elecciones presidenciales la próxima primavera. El propio calendario político puede contribuir a aumentar la crispación.