La Armada española, Navantia y los ingenieros de la compañía estadounidense Electric Boat se han reunido en Cartagena para evaluar la continuidad del proyecto S.-80. Se trata de una serie de submarinos militares cuyo primer navío presenta graves problemas de flotación y que ha costado por el momento a las arcas públicas la friolera de 2.500 millones de euros.

Tamaño despropósito desacredita por completo a Navantia, encargada del diseño y de la construcción del submarino, conocido ya como “el que no flota”. La entrega del prototipo, que ha sufrido varios rediseños, ya acumula un retraso de cuatro años, y se prevé que no estará listo hasta 2021. Por si fuera poco, esa demora ha obligado a la Armada a rehabilitar otros tres submarinos que iban a ser desguazados y ha obligado a España a declinar su participación en diferentes misiones internacionales.

La construcción del anunciado en su día como “mejor submarino convencional del mundo” ha resultado ser una chapuza colosal. Además de ridiculizar los esfuerzos de Defensa por invertir en la industria aeronaútica española, ha dañado de manera la credibilidad de ésta. Al ministro, Pedro Morenés, se le acumulan los problemas, porque acaba de sacar a subasta por cuarta vez el portaaviones Príncipe de Asturias a un precio muy inferior a su coste y nadie lo quiere. Para estar abochornado.